La mitología griega recoge la historia moralizante del joven Narciso. Este presenta un aspecto bello, hermoso y llamativo, pero por su orgullo e insensibilidad es castigado por los dioses al rechazar a su pretendiente. En la versión romana o clásica el poeta Ovidio cuenta cómo ... la ninfa Eco se enamora de este adolescente vanidoso. Eco siguió a Narciso por el bosque y cuando lo encontró quiso abrazarle, pero éste la rechazó diciendo que le dejara en paz. Eco quedó desconsolada y pasó el resto de su vida en soledad. Entonces la diosa de la justicia retributiva, Némesis, hizo que Narciso se acercara a un arroyo, para imponerle un castigo por haber despreciado a Eco. Narciso al verse reflejado en el agua se enamoró de sí mismo. No quería tocar ni abrazar el reflejo de su imagen en el torrente para no desfigurarla, ante la que permanecía embelesado. Su final resultó trágico porque acabó suicidándose. En ese lugar creció una flor que se llama narciso.
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La actualidad política presenta similitudes con esta historia de la mitología griega y romana. El Narciso hispano acaba de escenificar una tragicomedia que podría haber escrito Esquilo, Sófocles o Eurípides, para llevarla al teatro Lope de Vega. El presidente Sánchez ha pecado de victimismo al anunciar en la red social X —ni en el Parlamento, ni en una rueda de prensa— la persecución de los periodistas y de los jueces a la sociedad de gananciales Sánchez-Gómez. Este periodo de reflexión para analizar «si merece la pena todo esto» (¡por lo visto merece la pena!), ha sido una actuación inaudita en la historia política española. Conociendo al personaje algunos profetizamos la semana pasada que se trataba de una maniobra artera. Si de verdad se pretende dimitir nos remitimos a lo que en 1981 realizó Adolfo Suárez. Como Sánchez tiene serias dificultades con la verdad, ha escenificado esta 'performance', bulo, engaño o treta que sólo han picado los medios de comunicación extranjeros, ajenos a la picaresca monclovita. Aquí sólo se han generado desternillantes 'memes'.
La puesta en escena ha sido digna de interpretación por Cervantes, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Shakespeare o Molière. El paripé ha incluido acudir al Palacio de la Zarzuela para comunicar su decisión al jefe del Estado. 'Susanchidad' en el 'anuntio vobis' de ocho minutos mantiene el suspense a lo Hitchcock, hasta el minuto cinco, para concluir como Joe Rígoli: 'Yo sigo'. Qué oportunidad perdida. El narcisista de la Moncloa ha utilizado a su esposa (que no sólo debe ser honrada sino parecerlo), al Rey, al Parlamento, a la RTVE en su comparecencia ante el Comando Intxaurrondo y al CIS que manipula a su favor las encuestas demoscópicas. Mención aparte merece el histerismo plañidero de los siervos apesebrados del «puto amo» (Puente dixit), más cercanos a una secta norcoreana de fanáticos que a unos ciudadanos libres e iguales. Hasta sus socios independentistas, que tienen cogido por siete votos al presidente por las gónadas a cambio de la amnistía, se han sentido insultados en la inteligencia.
La apuesta populista bananera, peronista y dictatorial de Pedro 'el Hermoso' consiste en amenazar («punto y aparte») a los contrapoderes democráticos: a los jueces independientes y a los periodistas desafectos a la instauración del cambio de régimen 'por la puerta de atrás'. El presidente Sánchez eleva su narcisismo a un problema de salud mental, ante las ínfulas de irrazonable supremacismo moral del que hace gala. Este tipo de personas, ahítos de su egolatría, difícilmente empatizan con conceptos como el pluralismo ideológico o la alternancia política.
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La concordia, aspecto clave de la Transición que tanto destacó Victoria Prego, ha desaparecido al alimentar la polarización (fachosfera, muro, fango), el odio y la división. Se enfurecen ante las críticas periodísticas, la reapertura judicial del caso 'Pegasus' o el tráfico de influencias y conflictos de intereses de la conseguidora de fondos de la 'cátedra' consorte. La regeneración democrática sólo afectaría a los demás, y les facultaría para cambiar el sistema de elección de los jueces a su antojo. Este Narciso enamorado de sí mismo acabará como en la leyenda, porque quien a hierro mata a hierro muere. La sociedad, los jueces y los periodistas independientes están llamados, como en el Levantamiento del 2 de mayo de 1808 contra los mamelucos, a la defensa de la verdad y la libertad.
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