Oppenheimer
Quienes justifican el lanzamiento de estas bombas nucleares indican que los asiáticos, por el alto sentido del honor, antes de rendirse se inmolarían.
Javier Pereda Pereda
Jueves, 10 de agosto 2023, 22:32
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Javier Pereda Pereda
Jueves, 10 de agosto 2023, 22:32
El 6 y 9 de agosto de 1945 se conmemora el lanzamiento por los Estados Unidos de dos bombas atómicas, sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Esta actuación que puso final a la Segunda Guerra Mundial, nos lleva a reflexionar sobre la guerra ... justa. Para emitir un juicio ecuánime sobre lo acontecido, que produjo 166. 000 muertes civiles en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki, más las víctimas de la radiación, habría que remontarse en la historia. Unos meses antes, la Alemania Nacionalsocialista firmó su rendición ante los Aliados. Pero en 1937 Japón libró la Guerra sino-japonesa, que invadió el noreste de China y se expandió por el continente asiático. Entonces estableció el Tratado Tripartito con Alemania e Italia, formando las potencias del Eje. Continuó su expansión hasta alcanzar Indochina, controlada por Francia, y en donde Estados Unidos tenía intereses económicos en la zona. Esto motivó que los americanos efectuaran a Japón embargos comerciales y recortaran el suministro de petróleo en un 90%. La réplica nipona tampoco se hizo esperar, pues tuvieron la osadía de atacar el 7 de diciembre de 1941 en Hawái a la base naval americana de Pearl Habor, en plenas negociaciones diplomáticas.
El entonces presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt calificó el ataque japonés con 353 aeronaves, comandado por el almirante Yamamoto, como «una fecha que vivirá en la infamia». Esta ofensiva se cobró la vida de 2.402 estadounidenses y la destrucción de 188 aviones, además de importantes destructores, acorazados y barcos. El 26 de julio de 1945, en la Declaración de Potsdam, se reúnen el presidente americano Truman, el primer ministro inglés Churchill y el presidente chino Chiang Kai-shek proclamando que, si Japón no se rendía, le esperaba la «pronta y total destrucción».
La potencia nipona pudo evitar el posterior desenlace, si hubiera aceptado las razonables pretensiones de las fuerzas aliadas. En la búsqueda de la paz, los americanos se preparaban para la guerra con el 'Proyecto Manhattan', después del infame ataque japonés a su flota. Albert Einstein informaba al presidente de los EE.UU. el resultado de la investigación de esta potente fuente de energía con uranio y plutonio, que dirigió el físico estadounidense Robert Oppenheimer, en el Laboratorio Los Álamos, en Nuevo México.
Coincide este hecho histórico con el actual y exitoso estreno en los cines mundiales (salvo en Japón) de la película de Christopher Nola, que evoca al artífice de la bomba atómica. Aunque no fue el responsable último del daño que causó la explosión de la bomba atómica; ni el piloto del bombardero 'Enola Gay', el coronel Paul Tibbets, que transportó la bomba de uranio 'Little Boy' sobre Hiroshima; ni del sargento artillero George Caron, que pulsó el dispositivo de lanzamiento del artefacto, ni de los diez miembros restantes de la tripulación; ni los seis tripulantes que lanzaron la bomba de plutonio 'Fat Man', desde un bombardero B-29 sobre Nagasaki. El ejército japonés no puede calificarse como víctima inocente, cuando originó la Segunda Guerra contra China que causó 20 millones de muertos; invadió Manchuria, pero fue recuperada por la Unión Soviética de Stalin, cuando su ministro Mólotov rompió el pacto de neutralidad. Su política de guerra kamikaze se comprobó ante el temerario ataque contra la mayor potencia del mundo en su propia casa y a traición.
Quienes justifican el lanzamiento de estas bombas nucleares indican que los asiáticos, por el alto sentido del honor, antes de rendirse se inmolarían. Así se acredita en la batalla de Saipán (julio 1944), en donde la cuarta parte de las bajas niponas, de las 29.000, fueron de kamikazes. Tampoco sirvieron para desanimar a los valientes 'japos' los bombardeos de Tokio, con cien mil muertos. Según Churchill, la batalla de Okinawa (junio de 1945) fue «una de las batallas más intensas y famosas de la historia militar», en la que los estrategas americanos decidieron cambiar la táctica para cortar la sangría de bajas. Paradójicamente, con las dos bombas atómicas se evitaron cientos de miles de muertes de vidas humanas, al poner fin a la guerra.
Al sopesar y valorar todos estos antecedentes y datos, podemos preguntarnos si estas bombas nucleares fueron un medio proporcionado. El peligro actual de hacer uso de la bomba atómica constituye una amenaza real. Todo surge del supremacismo del hombre en querer imponerse a los demás, en las relaciones personales y sociales.
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