En estas elecciones norteamericanas se ha vuelto a poner de manifiesto que una cosa son los intereses de los principales medios de comunicación del establishment y otra bien diferente la realidad del sentir ciudadano. Como este fenómeno es recurrente, se encienden las alarmas frente los ... que no cejan en el empeño de manipular a la sociedad. Esta reflexión ha llevado al fundador de Amazon, Jeff Bezos, a que su periódico, 'The Whashington Post', no se decante a favor de ningún candidato, a fin de preservar la independencia del medio que destapó el 'Watergate' de Nixon. Este diario siempre había respaldado a los demócratas, hasta que decidió vetar un editorial de Hillary Clinton y ahora de la candidata Kamala Harris. La medida parece acertada, porque en el país de la libertad, los ciudadanos piensan por sí mismos, y no necesitan que nadie les diga qué tienen que votar. Donald Trump era conocido de sobra por los norteamericanos desde su anterior mandato en 2016 y ha vuelto a ser él mismo. Ha presentado un programa populista, que han apoyado Clint Eastwood o Mel Gibson, en defensa de la libertad religiosa, la familia, la patria, el libre mercado y contra la ideología 'woke', que pretende destruir las tradiciones de Estados Unidos. Kamala Harris se ha centrado en el derecho al aborto y de las minorías LGTBI+, en vez de atender a los problemas reales de los estadounidenses, como la elevada inflación que padecen. Ha ignorado el lema de campaña de Bill Clinton contra George Bush en 1992: «¡Es la economía, estúpido!».
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El candidato republicano, adalid contra lo políticamente correcto, se ha enfrentado contra todos: las 'mainstream', las numerosas causas judiciales, el asalto al Capitolio, dos intentos de asesinato, la mayoría de artistas de Hollywood como Spielberg o George Clooney, cantantes como Taylor Swift o Bruce Springsteen y enemigos internos republicanos. Sus formas toscas y algunos errores en campaña, como calificar a Puerto Rico de isla basura, no le ha impedido ganar el voto popular de las mujeres, los negros y los hispanos. Kamala Harris aguantó con su sonrisa el primer debate electoral, los demócratas ensayaron un impulso electoral en las encuestas al sustituir a Joe Biden, pero se limitaba a repetir que ella no era Trump. Sin apenas propuestas económicas, seguía el guion de calificar al adversario presidencial de fascista e hitleriano. La disyuntiva era elegir a mitad de campaña a la sucesora de un candidato a presidente con sus facultades intelectivas mermadas, al que removió el lobby Obama, o al denostado por el Equipo de opinión sincronizada, Trump.
La elección era entre lo malo desconocido o lo menos malo conocido. La diferencia de cinco millones de votos, supone, en expresión del presidente electo: «El mayor movimiento político de todos los tiempos» o según el vicepresidente, a partir del 20 de enero próximo, J.D. Vance: «El mayor regreso político en la historia de EE UU»; solo antes Grover Cleveland, en 1892, revalidó la presidencia y ahora vuelve hacerlo en su segundo y último mandato Trump.
Además, los republicanos cuentan con el control en el Senado, en la Cámara de Representantes y la mayoría en el Tribunal Supremo. Con esa libertad de acción política podrá mejorar la vida de los norteamericanos, y afrontar la inmigración ilegal. Ha anunciado una política económica proteccionista con elevados aranceles, especialmente para con su competidor comercial en las importaciones de China y del resto de países; afectará a España en las exportaciones de aceite de oliva, vino y piezas de vehículos. Ya se ha notado en las Bolsas el fortalecimiento del dólar y de los bitcoins. Pretende una reducción de impuestos y la eliminación de trabas burocráticas, que podría encargarse Elon Musk. En cuanto a la política internacional, el mundo estaba expectante del resultado de las elecciones. Se comprometió a poner fin a la guerra de Ucrania, para lo que tendrá que negociar con Putin. En cuanto a la guerra de Oriente Medio, apoyará a Israel y veremos si condiciona su intervención. Establecerá que la OTAN y la UE se autofinancien. Será el momento de afrontar la situación de Venezuela.
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La democracia más sólida del mundo ha apostado por un cambio político, que ojalá ayude a extender la paz y prosperidad del planeta, porque, siguiendo la canción e himno: «Dios bendiga a América» y al resto del mundo.
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