Me quedé de una pieza cuando Karina Sainz Borgo dijo, refiriéndose al llorado David Gistau, que el columnista había matado al novelista. ¡Cuánta verdad, ahí! El periodismo es tan adictivo, un vórtice tan absorbente, que apenas deja tiempo, espacio o lugar para ninguna otra cosa. ... La ficción, por ejemplo. Para escribir novelas, poesía o relatos.

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El Aula de Cultura de IDEAL celebrada el pasado miércoles en la Biblioteca de Andalucía me pilló en plena lectura de 'El peligro de estar cuerda', libro de Rosa Montero a caballo entre el ensayo literario y la ficción en el que habla del proceso creativo, las conexiones neuronales y la locura.

Si ahora les digo que escuchando a Karina, puro 'magma', torrente desbocado de pulsión creativa, me acordaba de algunas de las historias de creación y demencia que nos contaba Rosa Montero, podrían pensar que estoy cuestionando su sano juicio. Y no es eso. En absoluto, que ni conozco ni he leído a Sainz Borgo.

Sin embargo, una persona que vive y exuda literatura como ella, con esa intensidad, no puede ser normal. Y ya saben que eso, para mí, es un elogio. Tildarla de 'letraherida' sería quedarse corto. Por ejemplo, cuando Eduardo Peralta le preguntó por Lorca y dijo que creía haberlo leído, pero que había sido frívola. Que ahora sí estaba leyéndolo, pero de verdad.

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En una centelleante hora de conversación, Karina citó tantas novelas, libros, autoras y escritores –y se notaba a la perfección que los había leído, que no hablaba de oídas– que uno solo sentía envidia. Y ganas de salir corriendo para llegar a casa y ponerse a leer. Pero a leer de verdad. A leer con criterio.

Les decía que no he leído a Sainz Borgo y les mentía. No he leído sus novelas, pero sí la he leído en ABC, cuyo suplemento cultural procuro no perderme ningún sábado. Y como la he leído en la prensa sé lo mucho y bien que ella lee.

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Llegados a este punto, permítanme que arrime el ascua a mi sardina. A la negro-criminal, quiero decir, que la venezolana hizo una encendida defensa del género policial sudamericano como vía para denunciar las barbaridades de regímenes como el de Daniel Ortega en Nicaragua, citando la trilogía de Tongolele de nuestro querido Sergio Ramírez, reconocido con el Memorial Fernando Marías de Granada Noir.

Denuncia que se puede hacer a través de la literatura, paradójicamente, pero no a través del periodismo. Porque en ese caso, la que mata al escritor es la cruda realidad, la realidad en bruto. El arma de ese crimen no es una metáfora, sino una pistola.

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