Lo de la otra noche fue de traca. Racionalmente había decidido ver una sesuda película de arte y ensayo, pero a la hora de darle ... al 'play' al mando a distancia, acabé viendo un western de lo más sangriento. Con la cena me pasó algo por el estilo. Primero pensé hacer ayuno intermitente. Después, limitarme a un tomatito con su AOVE y, a lo más, un poquito de atún. Terminé preparándome dos sandwiches de queso Gouda con salami ahumado.

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Y a la hora de irme a la cama, más de lo mismo. Tenía un ensayo geopolítico encima de la mesilla que debo leer para tratar de entender el proceloso mundo en que vivimos, pero terminé enfrascado en la brutalísima y descacharrante historia negro-criminal-gastronómica que nos cuenta la escritora Chelsea G. Summers en la delirante 'Un hambre insaciable' hasta que se me cerraron los ojos y le puse punto y final a una noche tan disfrutona como contradictoria.

Se lo cuento porque estoy francamente a favor del sistema elegido por el Gobierno para su graciosa concesión de la Agencia de Salud Pública a la que aspira Granada. Según nos han adelantado, empezará por atender a los más analíticos, fríos y estadísticos criterios técnicos, pero la decisión final responderá a criterios políticos. ¡Me encanta!

La última vez que vivimos en nuestras carnes una situación como ésta fue con Aesia, ya lo saben ustedes. La candidatura granadina era, punto por punto, la mejor. Desde la fría y desapasionada perspectiva de los datos, nos debió corresponder. Los criterios políticos, sin embargo, contradecían esa lógica solo aparentemente aplastante y la Agencia Española para la Supervisión de la Inteligencia Artificial se fue para La Coruña.

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Así las cosas, la clave no está tanto en armar una buena e impecable candidatura técnica, cuanto en acertar con los criterios políticos que dirimirán la cuestión. Con Aesia, la cosa fue que la vicepresidenta Nadia Calviño había nacido en la ciudad atlántica y, antes de marcharse para ocupar (con c) la presidencia del Banco Europeo de Inversiones, quiso hacerle un regalillo a sus vecinos y paisanos. ¡Maravilla! Como los caciques de antaño, pero en fino, posmoderno y virtual. Total, que yo le iría preguntando a la andaluza María Jesús Montero si está por la labor y, dependiendo de sus ganas, tiraría palante o me quedaría quietoparao, sin perder un ápice de energía en una batalla perdida de antemano.

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