Hoy, el mundo se acaba de nuevo. Porque hoy es el Día de la Liberación en el que el presidente de los Estados Unidos dictará ... sentencia sobre los nuevos aranceles con los que someterá al mundo. Y los mercados, los analistas, los economistas y los politólogos tiemblan. Una vez más.
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No teníamos bastante con los Días Internacionales y Mundiales de la ONU y sus organismos satélites como para sumarle, de un tiempo a esta parte, los megalómanos Días de la Infamia decretados por Trump y su cohorte de zumbados aduladores.
A todo ello hay que sumarle que jueves por la noche llega Nuria, una nueva borrasca. Y viene cabreada y de mal humor. Así que… ojo. Pero eso queda muy lejos, aún. A saber, de aquí al jueves, a cuántos eventos nos tenemos que enfrentar. De los chungos, quiero decir.
El caso es que a mí me apetecía escribir del reportaje de IDEAL sobre esa Granada vacía que le planta cara a la despoblación y en la que surgen trabajos e iniciativas que llenan de vida pueblos amenazados por la emigración y el abandono. Me encantó el tratamiento que hizo Laura Ubago, un perfecto equilibrio entre los problemas y las dificultades y las oportunidades y desafíos de futuro.
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Y es que sigo muy rural de mente y espíritu desde que volví de Terrae, el encuentro dedicado a la gastronomía y la restauración que se dan fuera de los grandes núcleos de población y sus áreas metropolitanas. Contar con un buen restaurante de referencia es esencial para fijar población en el territorio. Por el negocio y el empleo directos que genera, en primer lugar. Porque atrae a un turismo que aprovecha para visitar la zona y, llegado el caso, se queda a dormir en la zona. Y gasta, claro.
Además, si el restaurante trabaja con productos del terreno, más riqueza y más empleo contribuye a generar. Y si usa artesanía local en la decoración, la vajilla o el menaje; miel sobre hojuelas.
En ese sentido, tengo muchas ganas de volver a La Alpujarra, Poniente y Zona Norte para ver y probar qué se mueve en el ámbito gastroturístico, que luego llega la calor y sólo pensamos en playa, rebalaje, terrazas y chiringuitos. Y es que no solo de platos rebosantes de papas, carne y huevos vive la gastronomía rural. ¡A ver si Trump nos da una tregua!
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