Ya tengo un motivo más para seguir viviendo, así se lo digo. Fue leer la noticia de Laura Ubago en la que nos informaba de que 'Ayuntamiento y Alhambra pactan cuatro años de prórroga para ejecutar Romayla' y lanzarme a la App de Salud Responde ... para pedir cita con el médico. Llevo demasiado tiempo sin hacerme chequeos y analíticas y lo de Romayla me lo tomo como una señal, aunque no sé si divina, la verdad sea dicha.

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Cuatro años (nada) más. Podría ser el lema de una campaña política. Objetivo: 15/11/27, 'fecha límite para la ejecución del paseo', según el nuevo acuerdo suscrito por la municipalidad y el Patronato que rige los destinos del monumento nazarí.

Lo mismo les parece un poco heavy el inicio de esta columna, pero aún me acuerdo de la larga charla con mi querido Luis González de hace unos meses, en el imprescindible Mesón Alegría. Así se lo contaba a ustedes: «A Luis, como a mí y como a tantos otros granadinos, nos duele Granada. Romayla, por ejemplo. ¿En serio terminaremos por morirnos sin ver Romayla terminada?».

Hablábamos el ex concejal y yo «de la otra Granada. La dificilita. La realmente complicada. La Granada que, más allá de ser una ciudad, es un estado de ánimo». La Granada que, ya lo verán ustedes, un día cualquiera de 2025 o 2026, cuando las obras estén a punto de comenzar, dirá que no, que el enésimo proyecto para darle vida a la otra margen de Darro tampoco le convence. Que le falta o le sobra algo. Que a santo de qué tanta modernura. O añejura, vaya usted a saber. Que el mismísimo Ganivet se revolvería en su tumba al verlo siquiera planteado.

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De verdad de la buena que me gustaría equivocarme. Les juro que disfrutaría comiéndome esta columna con patatas y ajos si, efectivamente, a finales del 2027 podemos darnos una vueltecilla, usted y yo, por el Paseo de Romayla. ¿Se imagina? ¡La leche! ¡Sería la leche!

Ahora ya sólo falta que alguien termine de desempolvar, pero de verdad, lo de la Capitalidad Cultural del 2031. ¡Qué bonito sería, también! Por soñar despiertos, por fantasear, que no quede. Por cierto, Luis: ¿y esas cañas pendientes, pa'cuándo?

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