Qué gozada, el jueves pasado, en La Madraza. La Cátedra de Cómic de la UGR dirigida por Ricardo Anguita arrancó este 2024 con una mesa redonda protagonizada por tres cracks: la crítica, comisaria y renacentista Mery Cuesta; el ilustrador y humorista Darío Adanti y el ... dibujante y escritor Miguel Brieva.

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Con buen humor, hablaron de un tema tan serio y preocupante como es el estado del mundo en general y de Europa en particular. Dos horas de animada conversación repleta de risas, carcajadas e ideas. Muchas ideas.

Se habló de cambio climático, el gran tema que debería preocuparnos. Ya tengo apuntado 'El meteorito somos nosotros. Un cómic sobre cambio climático' de Adanti. Y ahora me arrepiento de no haber leído todavía 'La gran aventura humana' de Brieva: lo tengo desde hace tiempo, pero aún no le metí mano.

Dos cosas importantes: la prédica continua sobre el Apocalipsis climático no es buena. Angustia tanto que acaba haciéndose bola y corremos el riesgo de terminar como el Fernando Fernán Gómez más iracundo: gritando «¡a la mierda!». Y no, oigan, no. Se puede, se debe hacer algo. Pero el pesimismo existencial, como si hubiéramos cruzado un Rubicón térmico y alcanzado un punto de no retorno, es contraproducente y sólo provoca inacción y pasotismo. La distopía tremendista como género, además de haberse convertido en un producto de consumo más, ya cansa. De ahí que Brieva y Adanti nos dieran una buena noticia: están trabajando en sendas historias ecotópicas que verán la luz muy pronto.

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Se habló, también, del humor absurdo, tan en desuso como necesario en estos tiempos, surrealistas en sí mismos. También tengo ya en agenda 'Humor absurdo. Una constelación del disparate en España', el trabajo de Mery Cuesta sobre el tema. Prometo practicar más el absurdo en mi vida. ¡Ea! Otro objetivo para 2024.

Y está la siempre espinosa cuestión de los límites del humor, zanjada con mucho sentido común: el contexto. Todo depende del contexto. Y es que, efectivamente, la izquierda se ha vuelto muy pesada con el tema —Adanti dixit— imponiendo de qué podemos y de qué no podemos reírnos. Básicamente, como los curas de antaño. Y esa brecha la está utilizando, muy bien utilizada, una derecha inteligente que sabe dar donde duele, enarbolando la bandera de la libertad. Libertad hasta para reír.

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