Yo y el muerto. Con un pero
Jesús Lens
Miércoles, 16 de abril 2025, 00:00
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Jesús Lens
Miércoles, 16 de abril 2025, 00:00
Pasa cada vez más. Muere una persona famosa y corremos a nuestros móviles y discos duros en busca de aquella foto que nos hicimos una ... vez con ella. O él. El contexto da lo mismo. O la cercanía y la complicidad. Lo importante es la foto para Instagram. Y si podemos ser de los primeros, mejor, que así se cazan más 'likes', con la novedad.
Con Vargas Llosa lo hemos sufrido hasta el paroxismo. Al ser un escritor famoso que, además del Nobel y el Príncipe de Asturias, ganó el Planeta y, por tanto, participó en miles de presentaciones y sesiones de firmas, hay fotos suyas acompañado de gente por doquier, como las redes sociales han atestiguado.
En estos tiempos de exhibición perpetua es lógico y normal ese inocente juego de vanidad. Si alguna vez posamos con uno de los titanes de la historia de la literatura, ¿por qué no aprovechar para lucir palmito… hasta el último momento? Máxime si, de paso, recordamos a nuestros seguidores la importancia que 'Conversación en la catedral' tuvo en nuestra vida.
Lo que ocurre es que, a algunos, la cosa se les va de las manos y lo que nos cuentan es, con todo lujo de detalles, su magno encuentro con el Nobel. O, mejor dicho, el encuentro del Nobel con ellos. ¡Qué suerte tuvo, Vargas Llosa! Qué afortunado fue el literato de que nuestro osado y desacomplejado internauta estuviera en aquella feria del libro, en aquella barra del bar o, sencillamente, de cruzárselo por la calle. De hecho, seguro que el autor peruano pensaba precisamente en él a la hora de escribir su discurso de agradecimiento a la academia sueca. Un encuentro crucial que le cambió la vida. Al Nobel, por supuesto.
Pero, como la vida está llena de paradojas e incongruencias, a las loas a Vargas Llosa había que ponerles un pero. A los progres de manual, me refiero. Era un gran escritor, pero política e ideológicamente… ¡Acabáramos! Qué ingrato, el Nobel. Escribir tan bien y pensar tan mal. Que quede constancia de que te duele la muerte del autor, pero la de la persona que pensaba diferente… esa ya te duele menos. Entonces, la duda: si el tipo te caía tan mal, ¿por qué lo llevas a tus redes, entre peros y disculpas? ¿Por el Nobel? ¿Para demostrar lo leído que eres?
Y luego están los de la preguntita retórica. «¿Se puede ser buen escritor y mala persona?», pontifican desde su atalaya moral. No sé. Por ampliar el espectro dudoso-perplejo: ¿se puede ser buen escritor y tener mal gusto? ¿Y mal aliento? ¿Y mal beber? ¿Se puede ser buen escritor y ser de malquerer? ¡Ay, qué sinvivir!
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