Podemos hacer las cosas bien

Acabamos de terminar Granada Noir, dedicado al género negro criminal o policíaco, como ustedes prefieran. Uno de los temas recurrentes en las conversaciones con novelistas y guionistas es el de la verosimilitud. Que todo lo que escribas, aunque no sea cierto y real, debe ser creíble. Verosímil. Y lo del tal Óscar Sánchez Gil, lo pones en una película, y no se lo cree ni Dios.

Imagino que situaciones así se darán en todo el mundo, pero no me digan que no suena a español y muy español. Reunión de colegas que están en el ajo. Copas de domingo por la tarde.

—Vale, sí. Le has echado cojones y has robado veinte millones, pero joder, para ti es fácil, que eres el puto amo de la UDEF y además del puño cerrado, cabrón, que no gastas ni en pipas. Que ya te vale tener esa pasta emparedada…

–Es por si vienen mal dadas. Para el máster del niño. Además, que si me ven en un carraco como el tuyo, me pillan fijo los de Asuntos Internos. Si con ir al palco del Bernabéu ya voy servido…

—Ya, ya. Pero si de verdad tuvieras cojones, además de en casa, guardarías la pasta… en tu despacho. ¿A que no hay huevos?

Y, claro: ¡Sujétame el cubata! Pero lo mejor vino después, cuando dos grupos de saqueadores fueron al piso de Óscar una vez que se piró la poli… para rebuscar en cualquier escondrijo, no fuera a ser que se hubieran dejado algún fajo de billetes olvidado. Para que luego digan. ¿Es o no es hacer las cosas bien? Pero bien de verdad.