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Les confieso que fue justo eso lo que pensé. «¿Y a quién le importa? Pues a más tocamos». Lo sé, lo sé. Es de ser ... muy burro, pero creo que me entenderán. Al menos, en parte. Estaba leyendo las noticias que nos llegan desde el otro lado del charco. Las trumpadas, y eso. Y amenazaba el ínclito presidente de los EE UU con subir los aranceles al vino y al champán un 200%. ¿Entienden ustedes ahora mi reacción?
Insisto en pedirles disculpas por esa salida de pata de banco populista y facilona, que la Economía, escrita así con mayúsculas y leída en páginas de color salmón, es algo muy serio, complejo e intrincado que no se puede despachar con un «pues a más tocamos» y quedarnos tan panchos. Importaciones y exportaciones, balanza comercial, impuestos y tributos, aduanas, aranceles… Todo un mundo, ahí.
También les digo que si el Hombre de la Gorra Roja se puede permitir cambiar de opinión un día sí y otro también con la joía cuestión arancelaria, no pasa nada si un plumilla de provincias ironiza sobre la cuestión.
Y es que he leído que en esta guerra comercial nos van a costar más los vaqueros, las Harley-Davidson y el bourbon. Puestos a entrar en batalla, también cultural y gastronómica, me quedo con nuestros Riberas, Riojas, Rías Baixas y vinos de Granada antes que con el Wild Turkey o el Four Roses.
Será que todavía me duran los efluvios de la 'jumera' del martes, que bebí vino por encima de mis posibilidades con mis queridos Curro y Vicente durante y después de la presentación de las míticas Jornadas Gastronómicas dedicadas al cochinillo de Asador Curro. ¡No tienen peligro! Empiezan a picarse con botellas, cada una tanto o más buena que la anterior, y pasa lo que pasa: que acabo dispuesto a cambiar los Levi's y los Dockers por la sufrida pana patria… siempre que me dejen seguir disfrutando de los Vega Sicilia.
Al final, los activistas antiglobalización han encontrado un aliado más o menos inesperado en Trump. Y es que los movimientos antisistema están condenados a encontrarse, aunque no sé si a entenderse. ¿Se pondrán por las nubes las hamburguesas y el pollo frito industrial y nos pasaremos en masa a la morcilla y a los montaditos de lomo-roque? ¿Tendremos más cine de autor europeo y menos superhéroes en las pantallas? Oiga, pues lo mismo…
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