Respiramos mal y nos da igual

Como en la canción de Luz Casal, «no me importa nada que rías o que sueñes, que digas o que haga».

Al menos, con el tema de la zona de bajas emisiones, que debería ser uno de los asuntos capitales para la corporación de gobierno municipal, pero que, tal y como nos contaba ayer Pablo Rodríguez, ni está ni se la espera.

Y el tema ya colea, que debía estar vigente el año pasado por estas fechas, pero el equipo de Paco Cuenca tampoco consiguió sacarlo adelante.

¡Y eso que la UE nos concedió una subvención de más de 10 millones de euros para poner en marcha algunas medidas! Tres cosas me llaman la atención, poderosamente, faltaría más; sobre este tema. La primera: ¿qué consecuencias tiene, más allá de las referentes a la salud, no cumplir con la normativa? A las legales y jurídicas, me refiero.

¿Dónde están esos 10 kilos de billetes? ¿Se han gastado? ¿En qué? ¿O estarán bien ahorrados? Íntimamente ligada a esta cuestión: ¿nos pedirá la UE alguna explicación sobre el particular? ¿Habrá que justificar el buen (o mal fin) de ese pastizal?

Y, sobre todo, ¿por qué a la ciudadanía no parece importarnos un pijo nada de todo esto? No veo yo que el tema cope las conversaciones en los bares, precisamente...

Estamos tan entretenidos con el ruido de fondo que perdemos de vista no sólo lo importante, sino también lo que debería ser urgente.

Respirar, por ejemplo.