Los últimos tres años por estas fechas los he pasado encerrado en casa, dejándome las pestañas en el portátil, currando en ese Anuario Gastronómico que publicaremos a mitad de diciembre. Semanas de tiempo suspendido en las que mi vida se paraliza y todo son fichas, ... platos recomendados, cocineros y sumilleres.

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El Anuario viene a ser la culminación de un largo año de salidas, comidas, bebidas, conversaciones, recomendaciones y descubrimientos. Paradójicamente, cuando toca bajarlo a tierra, ponerlo negro sobre blanco, no cabe salida alguna. Apenas saco tiempo para ver algún capítulo de una serie o leer un cuentito, algo corto que no me distraiga.

Estas semanas, la frase que más he tecleado en el móvil es «cuando termine el Anuario». Se trata de una expresión de cortesía y/o disculpa: lo siento, pero no voy a ir a… no puedo quedar con… no puedo pasar por… hasta que termine el Anuario. Me pierdo presentaciones de libros, charlas y tertulias, exposiciones, aperturas, inauguraciones y jornadas gastronómicas. ¡Es que ni opinar de 'Gladiator II', oigan, que no la he visto!

Me fastidia, sobre todo, no corresponder a la gente que sí viene a las cosas que hacemos en nuestros festivales y que colabora con nosotros. Por cortesía, cariño, admiración y, sobre todo, porque son compinches que también hacen cosas chulas y me da rabia perdérmelas. Para otras negativas, eso es así, el Anuario sirve como perfecta e incontestable excusa…

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El problema es que he dicho a tantas personas lo de «cuando termine el Anuario» que, cuando termine el Anuario… no habrá fechas en la agenda. Ni cuerpo que lo aguante. En apenas dos meses hemos sacado adelante, además del trabajo normal, el primer Biotopías, el décimo Granada Noir, los Maestros Culinarios, los Premios Gastroturísticos y el Anuario. Fijo que me quedaré hecho fosfatina.

Menos mal que llegan el Puente de la Inmaculada Constitución y, en nada, la Navidad. ¡Uf! Hoy es 1 de diciembre, pero yo ya sólo tengo ojos, mente y corazón para el 10 de enero o así. Entre tanto, que pase lo que tenga que pasar, pero a mí no me esperen. Tengo demasiados paseos por dar, libros por leer y películas por ver, al sol del invierno o arrebujado bajo la mantita del sofá.

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