Juan Irigoyen, brillante sociólogo cántabro, que pasó por Granada muchos años en la Universidad y que estuvimos juntos un pequeño tiempo en la Escuela Andaluza de Salud Pública, murió hace unos meses, el 31 de mayo, tres días después de escribir su último post de ... las 800 entradas de su blog 'Tránsitos Intrusos' en el que empieza con una frase de Magia Kuhn: «La vejez no es una enfermedad: es fortaleza y supervivencia, triunfo sobre todo tipo de vicisitudes y desilusiones, pruebas y enfermedades».
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Nos contó la muerte de Juan el gran médico Juan Gérvas, que describe en un artículo la visión de Juan Irigoyen de la vida: «El poder trata de convertirme en una millonésima parte de algo. Me gusta decir que soy uno, nada más y nada menos que eso, que en este tiempo es mucho».
Juan Irigoyen, profesional agudo, provocador, irónico, mordaz, de una fina inteligencia de la que te ponía a pensar sobre lo que te parecía previamente claro, magnífico profesor y además muy buena gente, fuimos compañeros en la EASP y, cuando se fue a la Universidad, me invitó en algunas ocasiones a dar alguna charla a sus alumnos/as de la Facultad de Sociología, mientras mantenía sus interesantes e innovadoras clases en la EASP, a las que asistía en algunas ocasiones. Tenía una manera brillante de hablar, escribir, disertar, explicar... Contaba Juan en su blog que «Juan Irigoyen ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990. Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas».
Como cuenta mi compañero Sergio Minué, Juan Irigoyen obligaba a reflexionar sobre nuestro trabajo con otra mirada. Para mí, Juan era un ejemplo de la creatividad, que como él decía «los creativos se encuentran en fuera de juego». Y recojo aquí un apunte de la entrevista que le hizo Rafa Cofiño sobre la desobediencia que dice: «El aspecto primordial de la desobediencia es liberarse de los preceptos y saberes oficiales y comprender la necesidad de comenzar a hacer una nueva sociedad. Él está claro era de los desobedientes».
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En dicha entrevista, contestaba a la pregunta de Rafa sobre ¿cómo estará este país dentro de cinco años?, diciendo: «Mi pronóstico es muy negativo. El país se encuentra anestesiado por el bienestar económico de los años anteriores. De un lado la terrible fusión entre la derecha nacional, que conserva rasgos de su origen rural y de capitalismo aventurero de los años sesenta, con el proyecto neoliberal global. De otro una izquierda extraviada y carente de proyecto y que sólo propone conservar las cosas positivas de los mejores años del capitalismo keynesiano-fordista a la española». Menos mal que está naciendo algo nuevo mediante la realización de múltiples proyectos todavía no bien perceptibles, centros sociales o comunidades virtuales, todos ellos más allá del espacio político convencional. Como decíamos muchos de los que le hemos oído, sus análisis (por ejemplo sobre la crisis del sistema sanitario) siempre eran necesarios por lo que generaban en los que le oíamos.
Sobre la Universidad de Granada a la que llegó desde la EASP, decía en alguno de sus artículos: «Durante muchos años he impartido una asignatura 'Sociología de los movimientos sociales'. En esta se hacían sesiones con movimientos sociales vivos con la presencia de activistas. Por la clase desfilaron muchos movimientos y causas sociales. En no pocos casos, la exposición de sus situaciones, motivos y argumentos eran elocuentes, produciendo un impacto en la sensibilidad de los participantes. En general los movimientos se encontraban invisibilizados, tanto por las instituciones como por los medios de comunicación. Pero las sesiones con los investigadores precarios suscitaron una conmoción especial. El conocimiento de sus condiciones y de sus trayectorias ponía de manifiesto el desprecio por el saber de las élites españolas, que persiste por encima de los sucesivos cambios de régimen y de gobierno».
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En estos tiempos, Juan ha escrito algunos artículos sobre la EASP y su final. Y también sobre mi cese como director, definiéndome con una inteligencia marcadamente mediterránea, difícil de ocultar, que siempre suscitaba recelos y desconfianza en los cielos decisorios. Además, en tiempos de COVID tuve el honor de tener una conversación con él en un espacio en la EASP, que tristemente hoy no podemos leer.
Decía Juan sobre la EASP en sus 'Tránsitos Intrusos', hablando de «la liquidación del único centro de salud pública existente», que la llegada del PP al gobierno regional, significó la materialización del peligro. Todas las ofensas percibidas por las élites políticas, biomédicas y académicas, acumuladas durante tantos años, con respecto a los considerados como intrusos, cristalizaron con el nombramiento de Blanca Fernández-Capel, un peso pesado del PP provincial. «Cuando conocí su designación no tuve dudas acerca de que se trataba de la ejecución de una operación de extinción inexorable, instrumentada de modo que tuviera los menores costos políticos posibles. La experiencia acreditada por las élites políticas, en el arte de extinguir entidades inscritas en el sector público, es movilizada para resolver la disolución de la escuela, reintegrándola en el orden académico-político-biomédico imperante». Y añade: «Así, la metodología empleada para este caso constituye un monumento a la perversión institucional. Primero se toma la decisión de extinción, para después hacerla pública como propuesta legislativa… Esta es una forma de ejercer el poder que puede definirse inequívocamente como sádica... El final de la EASP es una cacería infame... Así se perpetra un asesinato institucional perfecto». Y comentaba: «Las sanciones a Sánchez Cantalejo, Oleaga y March simbolizan un lento final agónico que se descompone en varias etapas. La eliminación de los fundadores significa la extinción de la misión de la escuela, la muerte de su alma organizacional. Una vez eliminada el alma del proyecto se modifica sustancialmente la situación».
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Y definía la EASP como una canción de Serrat: «Tiene muchos defectos, dice mi madre. Y demasiados huesos, dice mi padre. Pero ella es más verdad que el pan y la tierra. Mi amor es un amor de antes de la guerra…». Y decía de sus inicios en ella: «La energía que se concentraba allí era formidable. Recuerdo los másters, en los que se sucedían estados de efervescencia. Toda la vida de la organización se contagiaba de ella. El contraste con la energía cero, característica de la universidad, se hacía patente».
Termino con un recuerdo a Carmen, su mujer, sacado de la entrevista de Cofiño: «¿Cuánto lleva Juan de Carmen? ¿Y cómo? ¿Y dónde?». Y él respondía: «La llevo dentro de mí. Tengo que aprender a vivir sin ella».
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Probablemente volverá a vivir con ella. Gracias, Juan. Descansa en paz.
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