Feo, católico y sentimental

Este año se cumple el 120 aniversario del nacimiento de Graham Greene, un escritor muy presente en nuestras librerías, pero no bien comprendido

José Abad

Miércoles, 31 de enero 2024, 23:14

Ciertos temas se adhieren de manera inextricable a los autores que los han cultivado. Si se escribe sobre Borges resulta difícil no acabar hablando de laberintos y espejos; si se hace sobre Julio Cortázar, el azar y el juego terminan colándose en nuestra reflexión; y ... en ambos casos será arduo soslayar la cuestión siempre candente del 'boom' latinoamericano. En ocasiones, el tema queda reducido a simple etiqueta. ¿Cuántos artículos han leído sobre Agatha Christie que no se refieran a ella como la 'Reina del Crimen'? En el caso de Graham Greene suele sacarse a colación lo de «escritor católico», un marbete que, me temo, pondrá en guardia a no pocos lectores con prejuicios. (A estos últimos quizás les alivie saber que varios libros suyos fueron prohibidos por el Santo Oficio). En vida, Greene intentó en vano librarse de este sambenito: «No veo por qué me tienen que colocar la etiqueta de escritor católico –confesó–. Soy simplemente un católico que es, también, un escritor». Un escritor excepcionalmente dotado, me permito añadir.

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Las convicciones religiosas de Greene son una clave de lectura inevitable, insoslayable, pero el asunto exige una puntualización. David Lodge escribió: «El catolicismo de Greene puede verse no como una carga que lastre su libertad artística, sino como una cualidad artística positiva». Éste es el hilo del que hay que tirar. Varias de sus obras más populares –pienso en 'El revés de la trama', 'El final del affaire' o 'Brighton Rock', todas ellas reeditadas en fechas recientes por 'Libros del Asteroide', con traducciones renovadas– sólo pueden entenderse a la luz de una serie de valores sancionados por el dogma católico. El revés de la trama (1948) –su obra maestra quizás– se construye en torno a una idea de compasión y sacrificio profundamente cristianas, que la iglesia defiende con denuedo, al menos desde el púlpito: el protagonista se llama Henry Scobie, un agente inglés, destinado a un remoto enclave africano durante la II Guerra Mundial, escindido entre el amor de dos mujeres, que teme estar haciendo un daño irreparable a ambas. El sentimiento de culpa no lo deja en paz y acaba actuando a la desesperada según el ejemplo del mártir, una figura emblemática del cristianismo. Si no se tiene en cuenta esta figura se perderá un matiz decisivo de la 'historia.

La narrativa de Greene está recorrida por una honda reflexión sobre el Bien y el Mal, planteados ambos en términos éticos –o morales, si prefiere–, nunca dogmáticos

'El final del affaire' (1951), por su parte, está construida sobre algo tan frágil como es el milagro. Greene vuelve a usar una historia de amor como la arcilla primigenia sobre la que ha de soplar para dar vida a sus criaturas: Maurice Bendrix, un escritor mediocre, y Sarah Miles, la esposa de un funcionario gris, que viven un tórrido romance en un Londres devastado por las bombas nazis. La guerra es una vez más el telón de fondo y la culpa –esa «hipoteca del pasado», escribe Greene–, la corriente subterránea que arrastra y ahoga a los protagonistas. Una bomba estalla cerca de donde se haya Maurice; Sarah acude en su ayuda y encuentra el cuerpo de él, inerte, entre escombros; creyéndolo muerto, promete a Dios regresar al buen camino si le devuelve la vida. Maurice se recupera –aunque no es seguro que estuviera muerto– y Sarah, convencida de que su plegaria ha sido atendida, se siente con la obligación de mantener su promesa y alejarse de él. Una idea hermosa, la de que la fe comparte la misma naturaleza apasionada del amor, recorre esta temeraria y hermosa novela.

La narrativa de Greene está recorrida por una honda reflexión sobre el Bien y el Mal, planteados ambos en términos éticos –o morales, si prefiere–, nunca dogmáticos.

En 'Brighton Rock' (1938), el protagonista es Pinkie Brown, un joven desaprensivo que se ha hecho con el mando de una pequeña banda de delincuentes en la localidad de veraneo que da título al libro. Pinkie está dispuesto a cualquier cosa –incluso al asesinato– con tal de mantener su liderazgo y manipula a unos y otros a su antojo porque los siente 'limitados por su bondad'. Frente a él se alza una heroína insólita, Ida Arnold, una mujerona de vida poco ejemplar, empecinada en llevarlo a la cárcel por la muerte de un amigo suyo. Un apunte malicioso, polémico: Pinkie Brown es un católico convencido. ¿Por qué? En las últimas páginas, un sacerdote sugiere una posible moraleja: «Un católico es capaz de hacer más mal que cualquier otra persona. Creo que, tal vez porque creemos en Él, estamos más en contacto con el demonio que los demás». Mario Vargas Llosa afirmaba que el gran acierto de Graham Greene es saber llegar a creyentes e incrédulos por igual. Yo, que no soy creyente, doy fe de ello.

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