Ficciones felizmente recuperadas
José Abad
Viernes, 22 de noviembre 2024, 23:10
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José Abad
Viernes, 22 de noviembre 2024, 23:10
A medida que un autor va sumando títulos a su bibliografía, algunos libros se quedan irremediablemente atrás, a veces arrinconados, otras olvidados en alguna curva del camino. Se da además la circunstancia de que las obras mayores de cualquiera —las de mayor éxito, las de ... mejor fortuna crítica— tienden a sumir en la sombra, o incluso aplastar, las consideradas menores. El buen lector no debería dejarse influir por esto y recordar que tan importantes son las unas como las otras: esos títulos de menor repercusión o relieve a menudo han servido para desbrozar senderos o incluso hollar por primera vez territorios luego decisivos. Después de muchísimo tiempo he releído dos obras de Antonio Muñoz Molina —'Los misterios de Madrid' y 'Carlota Fainberg', reeditadas no hace mucho por Seix Barral—, y me reafirmo en lo dicho. Estos dos trabajos se publicaron entre 'El jinete polaco' (1991), 'Plenilunio' (1997) y 'Sefarad' (2001) y en mi recuerdo estaban oscurecidas por el fulgor de estas otras novelas. Y hay mucho bueno en ambas. Mucho.
De 'Los misterios de Madrid' cuelga el sambenito de haber nacido como novela por entregas —apareció en El País entre el 11 de agosto y el 7 de septiembre de 1992—, lo que obligó a Muñoz Molina a estructurar la narración en forma de brevísimos capítulos, de similar extensión, pensados para una lectura diaria. La acción inicia en Mágina, su Macondo particular, y sigue en la villa y corte de Madrid, otro de los escenarios privilegiados por el escritor. Desde el mismo título —un claro homenaje a Eugène Sue—, Muñoz Molina abraza con regocijo las maneras del folletín más descocado, pero el protagonista, Lorencito Quesada, que debe hallar el paradero de cierta figura sagrada, tiene contraídas no pocas deudas con el insigne Don Quijote de la Mancha, otra de las pasiones del de Úbeda. Es decir, Muñoz Molina sigue sirviéndose de materiales muy suyos en esta propuesta; un divertimento, pues sí, pero también un yunque en el que continuar templando el metal de la ficción. No importa que 'Los misterios de Madrid' sea un encargo con unas características muy determinadas; nadie osaría afirmar que no es asimismo una obra personal. Es también muy divertida, que es lo que quiso ser en todo momento, y se agradece. Hay que reivindicar la diversión en la literatura.
'Carlota Fainberg' nació de manera similar: se publicó por entregas en El País en 1994, empero el escritor decidió retomarla y reelaborarla un lustro más tarde a fin de darle mayor aliento narrativo. La historia es la de un tropiezo fortuito en la zona de tránsito del aeropuerto de Pittsburg, durante una tormenta de nieve. Dos hombres en una misma circunstancia —españoles en tierra extranjera— sufren el retraso de sus respectivos aviones y charlan durante unas pocas horas. El narrador, un profesor de literatura, se dirige a Buenos Aires para dar una conferencia sobre Borges; al conocer cuál es su destino, su interlocutor le cuenta un misterioso encuentro que tuvo él en un hotel bonaerense con una mujer «de película», de ésas que tanto disgustaban a Rafael Chirbes cuando escribía sobre la narrativa de Antonio Muñoz Molina, pero que —gusten o no— han acabado siendo un elemento recurrente en sus tramas y deviene esencial en ésta. Carlota Fainberg debía ser forzosamente una mujer «de película». Carlota Fainberg es una fantasmagoría, un espíritu que adopta la forma del deseo masculino, un deseo moldeado por el cine, que desde antiguo nos ha enseñado cómo desear y, sobre todo, a quién desear.
El tiempo ha jugado a favor de estas dos ficciones felizmente recuperadas, pequeñas tal vez según la taxonomía crítica ortodoxa, pero en las cuales se reconoce a ese gran escritor que es Antonio Muñoz Molina.
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