El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum. EFE
La Carrera

Contrición

Luego esa ocurrencia de que expiemos nuestros pecados por el descubrimiento de América (...)

José Ángel Marín

Lunes, 30 de septiembre 2024, 23:46

Alucina, vecina, México exige reparación. Exige de España un acto de contrición y disculpas. Claro, después vendrá la compensación económica; igual que reclama Puigdemont venido arriba. Ahora cantarán a coro: 'España nos roba'. Pero dejemos hoy al valeroso de Waterloo y hablemos de un conflicto ... diplomático del carajo, de uno que pretende enfrentar –500 años después- a pueblos que pertenecen a la misma comunidad cultural hispanoamericana. De hecho, el lío se ventila en la lengua de Cervantes.

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En 2019 ya lo intentó López Obrador, gerifalte mexicano saliente, y ahora también su sustituta. Ambos, de la misma cuerda, encuentran remedio a los males que asolan México en esa cantinela de la leyenda negra y los agravios del imperio español en la conquista de América. El delirio de estos dirigentes mexicanos, aprendices de Pancho Villa, no es compartido por la mayoría de mexicanos, aunque desde instancias oficiales se les intoxica con camelos y cortinas de humo, como la de un imaginado genocidio que –mire usted por donde- sí que sucedió en América del Norte, en operación sistemática de la que en Gran Bretaña están orgullosos.

Pero antes un detalle sin importancia: España nunca invadió México. En 1519, cuando Cortés asomó al territorio azteca, México no existía. Del mismo modo que España no existía cuando los romanos se dejaron caer por la península ibérica en el 218 a.C. (sería cachondo que los españolitos exigiéramos disculpas y reparación a Italia por lo acontecido entonces). Diría, incluso, que España –como la conocemos- tampoco existía en 1519. Era Castilla, aunque tras los Reyes Católicos y la llegada de los Austria empieza a fraguarse la idea de España como nación moderna. (Ya se sabe que los procesos históricos no son de un día para otro). Además, nunca hubo voluntad de exterminio sobre los dominios de Tenochtitlán. Aquello nunca fue colonia, sino virreinato de la Nueva España, parte de un todo.

Luego esa ocurrencia de que expiemos nuestros pecados por el descubrimiento de América, ese intento de doblegar al actual Jefe del Estado español por un hecho que cambió la historia hace cinco siglos, obedece al deseo de engañar, de alentar un nacionalismo trasnochado y de sembrar rencor racial (paralelo Puigdemont).

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Qué sentido tiene pedir perdón por un proceso compartido que ahora pretenden banalizar unos dirigentes que carecen de todo ascendiente indígena, y presumen de que durante su mandato solo hubo 200 mil asesinatos en México. Cómo dar pábulo a la propaganda populista de quienes son incapaces de gestionar con buen gobierno un país rico.

No, de la situación actual de México no es responsable España. Y hace bien Felipe VI con no entrar al trapo, pues esta gresca no es más que una estrategia de política mexicana, con la que comulgan unos cuantos exaltados también de esta orilla. Lo revelador del caso es que estos farsantes han descubierto –oh milagro- que en el pasado se cometieron errores y hubo abusos. ¡Qué lumbreras!

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