
Neofeudalismo
De manera que buena parte de la población elude las noticias. (Vamos, como hace el avestruz al ver aparecer a su predador en el horizonte)
José Ángel Marín
Lunes, 24 de junio 2024, 22:11
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José Ángel Marín
Lunes, 24 de junio 2024, 22:11
Pásmate, sobrino, dijo tía Gertrudis. He leído en el periódico una crónica que me ha puesto la piel de gallina. Y agregó: La noticia es ... que la gente huye de las noticias. Al ciudadano medio le trae al pairo lo que ocurre en el mundo. Como mucho, el personal se interesa por ese socavón -que ya es como de la familia- con que se tropieza cada mañana al pisar la calle. El resto se la refanfinfla. Sí, todo muy solidario y cívico –apostillé-, otro gran avance propio de una sociedad licuada.
Que la gente pase del noticiero no es solo un síntoma o un dato anecdótico, sino una constatación empírica que publica la Universidad de Oxford en una investigación encargada por el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo. De entre sus conclusiones entresaco solo dos: La primera es que ya nadie se cree nada, es decir, no es que haya desconfianza en la información, es que muchas personas evitan las noticias; no quieren oírlas, ni siquiera interesan los titulares. La segunda conclusión, y tal vez más preocupante pues pone en juego también el futuro, es que los jóvenes abominan de los medios informativos clásicos. Y ese rechazo de los pipiolos se corresponde con la idea de que ellos dicen informarse a través de TikTok, Instagram y otras redes similares. (Cojonudo). De modo que, si casi el 40% de la población evita las noticias a propósito, y son legión los jóvenes que se consideran informados por esos canales tan solventísimos y profesionales, qué recorrido les queda a las web, aplicaciones y medios tradicionales.
Llegados a este punto, uno se pregunta por las razones del fiasco. Le doy vueltas y pienso que el personal rechaza las noticias porque no les gustan. La marea de noticias negras de los últimos años ha abierto brecha hasta convertirse en una gran zanja. De manera que buena parte de la población elude las noticias. (Vamos, como hace el avestruz al ver aparecer a su predador en el horizonte). Las malas noticias reiteradas y la proliferación de fantoches en la política, minan el ánimo de cualquiera y –encima- provocan riñas innecesarias con el prójimo, además de causar impotencia.
Por si fuera poco, a dicha desconexión se suma la desconfianza hacia los medios, que ya sabemos arriman el ascua a cierta sardina. De ahí la indiferencia y la 'coprofilia' informativa a la que muchos se abonan. A ello se debe el hartazgo y el desapego por las noticias.
En el fondo todo obedece –comenté a tía Gertrudis-, a una cuestión crucial: A la derrota cultural que Occidente ha ido incubando. Responde a esa obsesión por la distracción, a la radicalización mediática y a los rituales de ingeniería social a los que se prestan los ciudadanos en procesos electorales vanos, a la pérdida de legitimidad, al progresivo deterioro democrático y al desprestigio del conocimiento. Esas son algunas de las trampas tendidas por el 'neofeudalismo' que proponen los nuevos autócratas; y todas ellas pasan por la desinformación.
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