Son malos tiempos para el Estado de derecho. Vamos de pifia en chasco y tiro porque me toca. Si el 2024 fue nefasto en términos jurídicos, el 2025 apunta maneras. Y llama la atención que ocurra en España, en un país que se lustra las ... uñas mientras cocea su Constitución. Los atropellos legales se suceden con desparpajo, y lo curioso es que una parte del rebaño asiente como si tal cosa, hasta ven apetecible el abuso. Y no me extraña del todo, pues no sería el primer caso en que un pueblo elige suicidarse con la faca de la ignorancia. Sí, eso de 'dame pan y dime tonto' tiene su público, pero sale caro.
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Aunque tiene bemoles, no hablaré hoy de la colonización política de Telefónica, de la nueva dinámica que convierte empresas en el patio trasero del Ejecutivo. Me centraré en los asuntos jurídicos que mucho mosquean a quienes nos dedicamos a ello, y que en su actual deriva hacen de España una democracia renqueante; todavía sin estrépito, pero todo llegará si sigue el declive constitucional.
Hasta hace poco los primordiales rasgos democráticos eran: igualdad ante la ley y control del poder. Sin embargo, la ley de amnistía, bodrio normativo del que ya nadie habla, marca un hito en la decadencia que cito, pues dinamita lo básico de la separación de poderes y la igualdad ciudadana. Esa excrecencia legislativa, además, se aprobó de 'aquella manera', generando un precedente nocivo al garantizar impunidad a cambio de votos. Muestra palpable de la arbitrariedad del poder que a algunos trae sin cuidado. Pero, quienes no se dejan uncir vieron ahí el ariete de otras normas dictadas 'por ser Vos quién sois', y que van aflorando. Me refiero, por ejemplo, a esa otra con la que se cargan la acción popular (no sea que investiguen a parientes del que manda).
Otra cuña cainita que saldrá cara viene del apaño singular de modificar la financiación autonómica en beneficio de Cataluña, y en perjuicio del resto. Otra cacicada es el intento de neutralizar los contrapesos al poder ('checks and balances'), contrapesos que, junto a la primacía de la ley, son esencia del Estado de derecho. Esa obsesión de Pedro por controlar instituciones que deberían ser independientes (Consejo de Estado, Tribunal Constitucional y de Cuentas, Banco de España, CIS, RTVE, CNMC…, y Fiscalía) habla de su agenda colonizadora.
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La creciente politización de las instituciones es un problema antiguo que hoy alcanza un grado más que peligroso, ya que el frentismo de bloques alineados solo obedece a intereses partidistas. Y esa polarización de órganos constitucionales por rivalidades políticas, les resta credibilidad y provoca desconfianza ciudadana. ¿Qué pensar de un fiscal general hooligan del Gobierno, que se enroca en el cargo pese a ser imputado por la justicia?
En fin, la tendencia autocrática asoma la patita por debajo de la puerta, y da escalofríos pensar en ese escenario. Todos estos pruritos caudillistas están ahí y emputecen el sistema antes de desintegrarlo.
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