
Safari electoral
Aunque parezca increíble, España no es una monarquía presidencialista, sino parlamentaria.
José Ángel Marín
Lunes, 24 de julio 2023, 23:08
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José Ángel Marín
Lunes, 24 de julio 2023, 23:08
Vamos primero con lo obvio: Aunque parezca increíble, España no es una monarquía presidencialista, sino parlamentaria. Si fuera presidencial el gallego sería hoy jefe del ... gobierno. Pero no funciona así. El tema va de acumular apoyos tras las urnas. De modo que, aunque nos lo metan por los ojos como cartel publicitario, los españoles que el domingo depositaron sufragio pese al 'caloret' de la fecha, a las contingencias postales y otras hierbas, digo, que los votantes no eligen del tirón al presidente del gobierno, sino que los comicios sirven para conformar bloques parlamentarios, es decir, para enristrar mayorías en Congreso y Senado, y serán los diputados electos integrantes de la Cámara Baja quienes den investidura al nuevo inquilino de Moncloa.
Los menos avisados y hasta los que el domingo optaron por la tumbona, se desayunaron ayer con un resultado electoral que suena a esa España ingobernable que tan famosos nos hace en el Orbe conocido. Diría que este escrutinio es muy nuestro. En lugar de arrojar luz, dar estabilidad y algún sosiego a los curritos/as hispanos/as, nos sitúa en un escenario que ya lo quisiera Hitchcock para un serial inquietante.
A fecha de hoy la gobernabilidad de España depende de la confluencia de algunos despropósitos: De un tipo fugado de la justicia (un tal Puigdemont), y de los caprichos inconfesables de unos partidos cantonales amalgamados de intereses abertzales dudosamente compatibles con la Constitución. Ellos tomarán la decisión en el entarimado carpetovetónico. Un tablao que podría ser incierto y, quizá, hasta curioso safari si no conociéramos ya cómo se desarrollará el guión de una película cuyo papelón tenemos visto de la anterior legislatura. Así que pedir responsabilidad a los líderes en liza creo que es como rogar la Luna a un ácaro almizclero, más aún cuando unos y otros han dado sobradas muestras de que su tendencia espectral mira solo su bolsillo, una vez apalancados en el frentismo y la polarización.
Pero es lo que ha querido el cuerpo electoral en esta chocante convocatoria, donde los que tocaron urna fueron con los sesos derretidos y con ese cacao mental que durante la campaña se impuso. Los votantes otorgan victoria pírrica a un PP lisiado por sus sondeos, que se dejó mecer por la marea de las anteriores elecciones autonómicas, que no supo gestionar los pactos consiguientes, creyendo que la calma chicha de las municipales favorecería de nuevo al gallego que daba por derrotado al Heliogábalo que lobotomiza al PSOE, y que por ahora mantiene sus reales en el palacio imperial monclovita.
En fin. Como indiqué otras veces, este fregado lo propicia nuestro mapa electoral, dividido en 52 circunscripciones, en la que cada provincia asigna –según población- un número fijo de escaños, y en cuyo reparto la fórmula D'Hont beneficia a los partidos territoriales al quedar 'sobrerrepresentados' en Cortes en detrimento de las formaciones de vocación nacional que concurren en toda España, y no en pocas provincias.
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