
La veo venir por la Plaza de Santa María. Camina a paso lento, con su paraguas en ristre y luciendo media sonrisa sobre su octogenaria ... osamenta, con esa mirada estoica reveladora de que está de vuelta de algunas cosas, aunque prevenida ante los coletazos invernales que aquí suelen hacer de las suyas.
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Nos encontramos al inicio de la calle Maestra, a la altura de lo que fue bar Manila, delante del local donde tía Gertrudis se refugiaba de aquellos aguaceros de su mocedad. La acompañé a su casa y pese al corto trayecto, no dudó en lanzarme cuitas sobre los recovecos de la actualidad. Todo se solapa –le dije-, queriendo escurrir el bulto. Pero la tita insistió en que hiciera resumen de la semana. Como si fuera fácil –le indiqué, en otro intento de sacudirme el encargo-. Aunque al percatarme de que ella fruncía el ceño y me miraba de reojo, opté por hablar tras estirar y ladear el cuello como si me apretara el nudo de la corbata.
Comenté a tía Gertrudis que sería temerario por mi parte hacer un breviario de este puzle complicado y contradictorio que es España. Lo cierto –añadí- es que últimamente dan mucho juego las acrobacias sanchistas, siempre orientadas a perpetuarse en el poder. Y no deja de ser labor de titanes dar cuenta de sus desmanes; trabajito les cuesta incluso a los profesionales que se atreven al seguimiento cotidiano de este circo de cinco pistas. Visto el panorama, resulta labor ímproba la que realizan los mejores sabuesos informativos.
Sí, en España caen chuzos de punta, y nunca como ahora. Desde luego hay que ir muy dopado para creerse en posesión de la verdad absoluta, abrir tantos frentes, hacer tantos rotos y dejar tan en precario nuestra democracia. El otro día y a cuenta del gasto en Defensa, el 'amado líder' puenteó al Parlamento y bailó en Moncloa con mandatarios de otros partidos (menos con el 'innombrable' Abascal, que esa mañana –al parecer- se había desayunado tres o cuatro críos).
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Sí, esta semana más de lo mismo: Mucha demagogia, gorjeo recitativo y escasa base parlamentaria. Pero, advertidos ya estábamos cuando dijo que gobernaría sin las Cortes. Lejos quedan los tiempos en que González lo hacía con su aplastante mayoría de 202 escaños.
Sí, nada nuevo bajo las nubes. Todo igual de delirante, con un dirigente que –por propio interés- se considera en el lado molón de la historia, que gobierna al son que marcan los separatistas y Bildu; como si lo natural fuera ir desguazando España. Y todo con una euforia anfetamínica que mucho aplauden los afines al régimen, esos políticos reguleros y zotes agarrados al pesebre como lapas. Mientras, el hermanísimo a lo suyo; y los otros empurados encajando reveses judiciales en espera del auxilio de un indulto, amnistía o de don Cándido. Así anda el romántico Ávalos, la sufridita Bego y también don Álvaro. En fin, sobrino –concluyó tía Gertrudis-, más irrefrenable negrura para que siga lloviendo sobre mojado.
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