Hace poco más de un mes que fallecía, a los 81 años de edad, en su celda de una prisión federal de Carolina del Norte (Estados Unidos), donde cumplía la pena de cadena perpetua, Theodore Kaczynski, también conocido por 'Unabomber'. Puede que su nombre y ... el sobrenombre que le puso el FBI no le suenen demasiado al gran público y, sin embargo, el individuo que respondía a ambos ha de ser considerado, a mi juicio, como uno de los personajes más influyentes de las últimas décadas, para lo bueno y para lo malo. Empecemos por lo segundo.
La de 'Unabomber' es la sorprendente historia de un hombre, Theodore Kaczynski (graduado en Matemáticas por la Universidad de Harvard), que, tras una grave crisis personal a finales de los años sesenta del pasado siglo, decide abandonar su prometedora carrera como docente universitario para convertirse, al cabo de un tiempo, en terrorista, el terrorista más inteligente, intelectual, escurridizo y buscado de la historia criminal de los Estados Unidos: en efecto, durante espacio de 18 años, de 1978 a 1996, 'Unabomber', en su cruzada contra el progreso, desplegó una sostenida campaña de paquetes-bomba enviados a representantes, por así decirlo, del complejo científico-tecnológico-industrial (con el resultado de tres víctimas mortales y otras 23 más con secuelas físicas irreversibles) sin apenas pistas acerca de su identidad por parte de los investigadores.
Finalmente, 'Unabomber' fue detenido en abril de 1996 en su cabaña, enclavada en un apartado paraje del desolado Estado de Montana, por los agentes federales, gracias a la inestimable colaboración de su único hermano, quien acertadamente creyó ver en él al anónimo autor del manifiesto 'La sociedad industrial y su futuro', cuya publicación forzó a los principales diarios de Estados Unidos el misterioso terrorista. Paradójicamente, su mayor triunfo constituyó el principio de su fin. Pues bien, la importancia de Theodore Kaczynski, desde el punto de vista meramente delictivo, radica en haber sido el modelo más cabal de 'lobo solitario' –que es como se denomina, en el argot policial, al terrorista fuertemente concienciado que actúa completamente por cuenta propia–, el cual habría de inspirar, aunque con motivaciones muy distintas, al responsable de la matanza de Utøya (en la que fueron asesinadas 69 personas en 2011), el ultraderechista noruego Anders Breivik, y cuya capacidad de atracción mimética está, por desgracia, lejos de apagarse. Vayamos ahora con los aspectos no siniestros de su legado.
Todo terrorista actúa, en principio, por razones ideológicas. En el caso de 'Unabomber', su ideario –expuesto en el citado manifiesto, un «sobrio ensayo», como él mismo lo definió, que representa, en mi opinión, uno de los textos de pensamiento más interesantes de finales del siglo XX– se puede resumir del modo siguiente:
a) Rechazo de la Revolución Industrial y de la sociedad a la que aquella, a la postre, ha dado lugar –la sociedad actual– por cuanto constituye la fuente de toda clase de males: en el llamado Primer Mundo, la alienación de los individuos; en el llamado Tercer Mundo, la miseria y pobreza de la población; en todas partes, la catástrofe ecológica, amén de un futuro incierto en el que la humanidad se tendrá que enfrentar a problemas francamente insospechados.
b) Para afrontar todas esas lacras y peligros la única solución seria consiste en destruir el sistema industrial y tecnológico valiéndose de procedimientos revolucionarios.
c) La meta ha de ser el retorno de la humanidad a estadios históricos bastante anteriores a la Revolución Industrial, es decir, la desmembración de la sociedad en pequeñas comunidades autosuficientes que lleven un modelo de vida más cercano a la naturaleza y más compatible con esta.
Ciertamente, cuando 'Unabomber' se presentaba como «anarquista ecologista» estaba efectuando un fiel retrato filosófico de sí mismo. Trataremos de hacer, por último, una valoración lo más ponderada posible acerca de la manera de pensar y de actuar de aquel:
1.- Hay que reconocerle a 'Unabomber' el mérito innegable de poseer una aguda conciencia crítica de los grandes problemas que afectan a las sociedades actuales y denunciarlos.
2.- La solución global que él propone a dichos problemas ni es deseable (porque ocasionaría mayores males de los que pretende remediar) ni posible (porque el hombre moderno ni puede ni quiere renunciar a los beneficios que se derivan de la ciencia y la tecnología).
3.- Además, la 'vuelta al pasado' no es la solución porque ya, en su momento, la humanidad decidió, por insatisfactorio, superar ese pasado.
4.- Su forma de proceder es absolutamente condenable desde el punto de vista ético y desvirtúa los propósitos a los que sirve, constituyendo su caso una constatación más de un grave defecto del anarquismo: la distancia moral entre los fines propuestos y los medios para lograrlos.
Consideramos, para terminar, que la trayectoria personal de Theodore Kaczynski es un ejemplo más de lo que el filósofo español contemporáneo José Antonio Marina llama «inteligencia fracasada» (o sea, del fenómeno consistente en individuos dotados de un gran intelecto que, sin embargo, no son capaces de dirigir adecuadamente sus respectivas existencias por factores que no son necesariamente patológicos), una clara muestra, en definitiva, de «vida mal planteada», por utilizar también la feliz expresión de otro 'grande' de nuestro pensamiento durante la anterior centuria, Julián Marías.
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