Podríamos decir (en la estela de Robert L. Stevenson) que la vida es una larga conversación, conversación de conversaciones a las que habría que conceder cierta atmósfera de silencio y una atención continua, circunstancias cuyo deterioro creciente no debería desalentarnos para seguir hablando: eso es ... lo que nos hace humanos, 'seres hablantes', seres que vamos de una conversación a otra, palabras que se cruzan y nunca se terminan.
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Así, este libro de Juan Mata, 'Al otro lado del bosque', podría catalogarse como un 'manual de conversación' cuyas páginas recogen diversas posibilidades comunicativas; sólo que ahora no se titularán «en el aeropuerto» o «en el taxi»: este libro no es para turistas, es para adolescentes, viajeros en tránsito de la niñez a la vida adulta, viajeros cargados con su mochila de aspiraciones desbordantes y ese envidiable afán de conocimiento y libertad que, con el paso del tiempo, se atenúa.
De ahí que también pudiéramos catalogar este libro como una 'guía de viaje', un viaje a través de un bosque que no es otro que el bosque de la vida, un bosque lleno de encrucijadas: la violencia que nos impide respirar, el abismo del fracaso, la muerte sin respuesta, la naturaleza saqueada sin piedad, la solidaridad o el compromiso, la maldad que pulula sin tregua. Y es que, si no camináramos atentos, podríamos alejarnos de esa 'vida buena', la existencia feliz de los que anhelan una vida sin daño. Pero estas páginas también están dirigidas a todos los que conservamos los ecos de aquel adolescente que fuimos; nadie deja totalmente de ser niño o adolescente y, aunque a veces olvidemos que lo fuimos, estas páginas nos devuelven los remotos desvelos de la adolescencia: la pulsión de elegir, la pulsión de futuro.
Este libro es un hallazgo, un remanso tranquilo; pienso que en ese efecto algo tendrá que ver la calidad de su escritura, su capacidad de síntesis, su sencilla complejidad, su decidida voluntad de hablar con los lectores, con cada uno de los lectores, seamos o no adolescentes, si es que tuviéramos que mantener la rutinaria diferencia entre adolescentes y adultos, como si los adultos no siguiéramos siendo adolescentes, como si cada adolescente no fuera ya un adulto o, al menos, un aprendiz de adulto, debutante en eso que llamamos la edad adulta: este libro es un libro para toda clase de lectores, «tengamos la edad que tengamos», como escribe Juan Mata en una de sus páginas.
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En fin, sería deseable que este libro desencadenara conversaciones aplazadas: sólo hace falta silencio, atención, un sitio iluminado.
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