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José Correa
Martes, 31 de octubre 2023, 23:46
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José Correa
Martes, 31 de octubre 2023, 23:46
Noviembre abre, tradicionalmente, cada año sus puertas con dos días en los que la tradición cristiana nos invita al gozo y a la reflexión. Gozo ... por la certeza de que nuestros seres queridos han alcanzado el pódium de la gloria en el más allá. Y reflexión acerca de la brevedad del 'papel' que representamos en el sainete del mundo.
Si miramos la historia, en tiempos de crisis social (finales de la Edad Media, tiempo del Barroco…), la reflexión ha cristalizado en arte: literatura, arquitectura, pintura o música… Baste con recordar las Danzas de La Muerte, las Coplas de Manrique, La vida es sueño, de Calderón, el palacio de Versalles, la pintura de Velázquez o la música de Händel. No sé si el contenido del artículo 'Día de difuntos de 1836', de Larra, podría servir también para una lectura del deterioro institucional español actual, pero vamos a tomar otra senda.
Resulta curioso que unas fechas sembradas de recuerdos, de vacíos, de pensamientos densos, de porqués, hayan sido «tuneadas» por la maquinaria del comercio. Ésta ha convertido los cementerios en el escenario de una competición floral, en la que prima la calidad y la belleza de los efímeros ramos. A veces parece que la gente quiere resarcirse de determinadas 'deudas' con el finado. Pero más alucinante todavía es la progresión geométrica con la que nos arrastra la fiesta de Halloween. Pinturas, disfraces, fiestas…, para pequeños y mayores, para ricos y pobres. Un acontecimiento para la sociedad de consumo, que desplaza el sentido original y profundo de la celebración a la más inocua superficialidad. Porque vacía de sentido la vida y la muerte, e introduce a las personas, desde la infancia, en la intranscendencia y la irreflexión.
Sin querer ponerme a la altura de Savater en 'Las preguntas de la vida', estos son días en que nos debe impactar el goteo de personas, cercanas o lejanas, a las que la muerte ha arrebatado la vida. Y sensibilizarnos e indignarnos con las masacres diarias que estamos viendo en Ucrania, en Israel-Gaza, y en otras partes del mundo. Los asesinatos en Estados Unidos o México, la siega interminable de vida de mujeres en nuestro país. ¿En manos de quién está nuestra vida? ¿De un descerebrado? ¿De un político? ¿De las mafias? ¿De Dios? ¿A quién interesa nuestra vida? ¿No es un producto con el que comercializan las empresas, los políticos, las ONG, las residencias de mayores, las religiones, en aras a un balance de resultados?
Son días para pensar o para evadirse. Si a estas cuestiones le pudiésemos aplicar la ley de la relatividad de Einstein o el principio de incertidumbre de Heisenberg, las respuestas serían innumerables. Pero sólo necesitamos una, para dar coherencia y sentido a la vida: la nuestra. Pensar y decidir da más problemas que vegetar. Navegar en nuestra barca, más intranquilidad que viajar en los 'cruceros' que surcan los mares ofreciendo felicidad.
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