Miren que es sabio el refranero español. Tiene expresiones para todos los gustos y situaciones. Tanto es así que a cada axioma encontramos el contrario sin apenas esfuerzo. Ahora bien, los refranes no van con Jaén y su situación financiera. El dicho de: «No hay ... mal que 100 años dure» no es válido para la hacienda municipal de la capital y para un concejal, que dicho sea con todo el cariño del mundo, le han crecido las canas en poco tiempo. No, no le arriendo las ganancias, y hay que reconocerle los arrestos de asumir una cartera cuyo fondo está siempre vacío.
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Los 600 millones, no, no es un programa televisivo; sino la deuda del Ayuntamiento de Jaén, o sea la de todos y cada uno de los vecinos de la capital, no se recuperarán ni en un siglo. No es que lo diga esta humilde plumilla, lo aseguran los expertos de la AIREF. Sí, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, quien en su último informe situaba a Jaén entre los ocupantes del podium de administraciones más endeudadas junto a Jerez de la Frontera y Parla. Este es el triunvirato de la deuda municipal, lo que deja a sus ayuntamientos sin margen de maniobra. Estamos en riesgo de sostenibilidad. Se han encendido todas las alarmas si es que antes no lo estaban. Están en nivel crítico y casi en un punto de no retorno.
La solución no es fácil. Se deben adoptar medidas que no son del agrado de todo gobernante. El equipo de gobierno ya se ha puesto a ello con la subida del ICIO que se sitúa en torno al 4% y la cosa podría continuar con otros tributos. Como «el dinero público no es de nadie», que dijo alguna lumbrera ministerial, aquí estamos pagando la deuda a escote. Vamos lo que en términos ideológicos sería tanto como socializar las pérdidas.
Y es que lo de la condonación de la deuda tal y como se ha reclamado desde el equipo de gobierno y que Jaén Merece Más trasladó al Congreso resulta poco menos que una entelequia, una auténtica quimera por mucho que nos la intentaran vender, se desvaneció como el humo.
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Así que en esas estamos, un equipo de gobierno con escaso poder de maniobra. Es como los jóvenes que pretenden independizarse y que no lo consiguen. Aunque tengan un trabajo y un salario no pueden acceder a una vivienda, entre otras cosas porque los ayuntamientos y las administraciones dimitieron de la construcción de un parque público con el que satisfacer las necesidades de los menos pudientes. No hay suelo público donde construir y si lo hubiera tampoco hay recursos económicos con los que hacer frente a la falta de vivienda. Estamos hipotecados.
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