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El mundo de la creación musical es complejo, plagado de accidentes en una escalada interminable. Quien no practica la composición arduamente nunca llegará a comprenderla en profundidad. Un tanto similar sucede con la interpretación, que además sufre la decepción de no poder conseguir la anhelada ... versión definitiva, pese a que la carrera vaya jalonada de éxitos continuados. Habrá versiones inolvidables o grabaciones logradas, pero nada más. No existe la perfección en un empeño que no permite la unicidad. Y por añadidura, está sometida al criterio de cada momento y a imprevisibles circunstancias. Saben los llamados divos que están en una titánica lucha continua de repetir y repetir a ver si se alcanza no se sabe qué. Es más, un día brilla su actuación y al siguiente, con la misma obra, el paisaje sonoro se nubla. Sin embargo, la composición musical es un reflejo del Universo: no tiene límites. El fracaso deberá ser el punto de partida antes de iniciar la obra con pretensiones de alcanzar el grado inaccesible. Por lo cual, nadie está capacitado para decir que una composición es perfecta o inmejorable. Sí obra maestra, aunque haya compositores que traspasen esta frontera creyendo ciegamente en el 'génesis' de su propio cosmos sonoro.

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