Este artículo pensé publicarlo durante el Festival, sin embargo preferí posponerlo al haber escrito cinco seguidos dedicados a la música. Hoy, con ocasión del concierto de la Orquesta Ciudad de Granada celebrado el 20 de junio y dirigido por Tabita Berglund (Trondheim,1989), «una de ... las mayores promesas de Europa», pretendo hacer varias consideraciones.
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Me he referido en diversos momentos al encuentro que mantuve con el entonces alcalde de Granada Antonio Jara para comentar ideas musicales, como la demandada orquesta, impulsadas por el incentivo de que Granada iba a ser Capital Cultural de nuestra Comunidad; si bien el objetivo principal de la visita era entregarle el escrito que preparé solicitando la creación de la Orquesta de Granada, avalado por algunas firmas, entre las que se incluía la del maestro granadino Gómez Martínez. Que no existiera una orquesta en Granada, acorde con su relevancia demostrada a lo largo de veinte años gracias a la residencia de Falla en la ciudad, la creación del Festival o la construcción del Auditorio en memoria del músico de la Antequeruela, era gravísima incongruencia.
Algunos creímos que era la oportunidad de dar un salto cualitativo en pro de la Granada que aspiraba a seguir siendo cabeza en una Comunidad antes bicéfala. El Alcalde entendía que la nueva agrupación podría ser la orquesta residente de la EXPO'92, pese a que se intuían reticencias en la Consejería de Cultura a raíz del silencio originado tras una pregunta sin respuesta sobre el emplazamiento de la prevista Orquesta de la Comunidad. Respuesta que, pasados unos meses, se dio convocando 108 plazas de músicos de distintos países para crear la Orquesta Sinfónica de Sevilla, que disponía de la Orquesta Bética.
El hecho es que Granada pudo iniciar el humilde proyecto de su Orquesta con la sede de la New American Chamber Orchestra (NACO), de 18 cuerdas, bajo la dirección de Misha Radlesky. Fue el comienzo de una ilusión, con independencia de los obstáculos que se atisbaban en el horizonte del diseño autonómico. La Reina Doña Sofía asistió a la presentación de la Orquesta de Cámara de Granada en el concierto inaugural del Festival, el 15 de junio de 1990.
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Cuando fue ampliándose la frontera de la Orquesta, se comentó la conveniencia de ser integrada en la programación del Festival y de ese modo darla a conocer en España y en el Extranjero. La orquesta intervendría en el Festival con prestigiosas batutas internacionales, y se negociaría que el director titular fuese invitado a dirigir orquestas de renombre en el exterior. Propuesta que al principio se juzgaba pretenciosa, pero que en nuestros días se acepta con la naturalidad de un proyecto que va a más.
El concierto de la noche del 20 de junio en el patio del Palacio de Carlos V nos mostró una orquesta pujante, vigorosa, inteligentemente conducida por Tabita Berglund, de elegancia tridimensional –natural, antidiva y servidora de la música–, que por su forma de ser y estar, y por los resultados en el podio con un programa comprometido y difícil, goza de mi respeto y admiración, rubricados por los aplausos de un público jubiloso, consciente de que la intervención de su orquesta había estado a la altura del Festival. La Orquesta Ciudad de Granada, dirigida por el maestro Lucas Macías, tiene carencias, no precisamente artísticas; sí económicas que impiden incrementar y por consiguiente equilibrar la plantilla. El estrecho vínculo con el Festival es sugestiva y esperanzadora vía de relaciones internacionales.
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La música es un don, un regalo, y cuando comienza a 'hablar' ya no pertenece al compositor, y el intérprete se limita (o debe limitarse) a desentrañar pentagramas con anhelos de rozar el Empíreo aunque no sea fácil conseguir tan desafiante aspiración. Tengamos presente que lo excepcional se ha devaluado. Dicho de otra manera: 'abunda' tanto que ha dejado de serlo. Los genios, por lógica, no proliferan. Sí los auto proclamados.
Sea bienvenida toda época con afanes de espontaneidad, antidivismo, servicio a la música y al humanismo. Quienes están en posesión de una genética envidiable saben (eso pienso) que no es correcto caminar acompañados de fanfarrias (tonales o atonales) y cortejos de vanidad, pues la música 'es' reflejo del mejor espíritu humano, y tal espíritu es ajeno a veleidades exhibicionistas. La música siempre nos espera atenta, palpando verdades sonoras en 'silencio'. Los conciertos de la Orquesta Ciudad de Granada engloban el atractivo reto de mostrar la vida de la música transfigurada en música de la vida.
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