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Hoy vuelvo a escuchar aquella pregunta que se hizo muletilla general: «¿Cómo están ustedeeees?». Si retornasen aquellos 'payasos' de la tele y nos preguntasen cómo estamos creo que muchos no sabríamos qué decir. Podemos estar peor, hasta sepultados; o bien, o mucho mejor, o estupendamente ... o en 'un mundo feliz'. Preferible no contestar y así evitarnos explicaciones. Además, como reza el dicho popular, «la procesión va por dentro» y puede ser dolorosa, gozosa o gloriosa. La 'fortuna' es muy caprichosa a la hora de los 'repartos'. Recordemos 'Da bienes Fortuna' de Góngora que concluye con este acertado 'octeto': «Porque en una aldea / un pobre mancebo / hurtó solo un huevo, / al sol bambolea, / y otro se pasea / con cien mil delitos. / Cuando pitos flautas, / cuando flautas pitos». ¿Alguna objeción? Nos vamos acostumbrando al 'chip' de demócratas oficialmente felices.
Por fin se asoma por el horizonte una 'igualdad' que cantada por los niños de ayer, ya hoy grandes, repetimos entusiasmados: «¡Había una vez (tá-ta-ta / tá-ta-ta / tá) un circo / que alegraba siempre el corazón / lleno de color, un mundo de ilusión / pleno de alegría y de emoción…!». La imaginación no siempre puede controlarse y por eso al ver el proceso de constitución de las Cortes Generales de España, en cierto momento pensé: «Aquel circo era mejor».
La televisión, que permite una cercanía antes imposible, nos dice: «Pasen a ver el circo», incluido el nuestro, para contemplar tramoyas, trucos, apuntadores, tensiones, ficciones y escuchar 'promesas' «en nombre del pueblo soberano» cuyas querencias y situaciones no se conocen, como tantas cosas ajenas a las equívocas palabras 'democracia' y 'progreso', de gran exigencia porque afectan a la ética, la inteligencia, el espíritu de servicio, la convivencia. En un momento de la sesión percibí que una parte de España se mofaba del resto con la escenificación de una 'promesa' adobada de ocurrencias cercanas a una astracanada impropia de las Cortes que representan la conciencia de la ciudadanía, la lealtad a la Constitución y el afán por mejorar la vida de 'todos' los españoles. Y recordé alguna página de nuestra historia como la de aquellos intelectuales que habían «engendrado la república» y se vieron obligados a llamar 'parteros' a los ministros del Gobierno que presumían de paternidad. La empresa del 'progreso' exige doloroso sacrificio pues sólo el buen ejemplo se convierte en estímulo propio y ajeno. Por eso se entienden cada día más aquellos monosílabos de Ortega ante los desmanes de la 'idílica' República a los cuatro meses de su proclamación y que a modo de aldabonazo quedaron grabados en el mejor bronce de la memoria democrática: «No es esto. No es esto».
Con motivo de la constitución de las Cortes recibí un correo que, resumido, adjunto por su interés: «Nada. No había nada. Nada sobre impuestos, nada sobre política exterior, nada en materia energética, nada en resolución del colapso de los juzgados, nada sobre rebaja de impuestos y control de gasto público, nada sobre cómo frenar el secesionismo, nada sobre adoctrinamiento público desde la administración, nada sobre recuperación de independencia en tribunal constitucional y/o fiscalía del estado, nada sobre acabar con los índices de pobreza, nada sobre medidas inmediatas contra la inflación, nada sobre recuperación de la sanidad pública y la atención médica decente, nada sobre reforma laboral que garantice la fluidez de las contrataciones y la competitividad de las empresas, nada sobre planes para frenar el endeudamiento público, nada sobre recuperación de mínimos de calidad de la enseñanza (...). Nada de nada en relación a nada. Menudo timo. Y nosotros mientras jugándonos la carita en tertulias domésticas, perdiendo amigos (…). El invierno va a ser de aúpa. Para los que viven de comprar y vender, de fabricar y vender, de prestar servicios y vender (…) no se va a vender, porque para comprar hace falta, aparte de dinero y necesidad, ilusión, optimismo, confianza, sentido de futuro y la íntima creencia de que tiene sentido adquirir algo para usarlo en algo. (…) Vienen tiempos de aprender a vivir de nuevo. Menú del día a 15 euros y litro de aceite a 10 euros. ¿Quién va a poder seguir comiendo en su propia casa? Se me ocurre que a partir de septiembre voy a subcontratar las tortillas, la opinión, el pensamiento y la fe».
Hay quienes se están muriendo porque la investigación no tiene financiación suficiente para desterrar enfermedades o paliar su devastación, como la ELA, o se están muriendo de tanto respirar lo irrespirable o hartos de las bofetadas de la vida. Y también quien se está muriendo cansada de representar un papel plagado de mentiras: me refiero a la democracia. ¿Qué decir de quienes se mueren por no alcanzar la independencia (no de su vida), por no separarse de España y no soportar una lengua de 600 millones de hablantes? ¿Quién no vibra cuando lee «En un lugar de la Mancha…»? Allá ellos, pues seguirá cabalgando Don Quijote, viviendo la lengua española y por supuesto España.
Había una vez un circo que apaciguaba ánimos y que hoy echamos en falta porque necesitamos sentirnos niños soñadores durante el mayor tiempo posible, para con suerte marcharnos del sufrido Planeta sin sentir en nuestra piel el ardor nuclear provocado por engreídas y dementes marionetas dispuestas a incendiar la 'casa' que las cobija. Marionetas de un maligno con olor a azufre.
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