Existen planos que saltan de la pantalla a la memoria del espectador condenándolo, feliz e insistentemente, a seguir frecuentando películas. Cito solo dos del cine contemporáneo: la aparición de la gigantesca nave con que se inicia la saga de 'La guerra de las galaxias' (1977), ... y el de Robert de Niro hablando al revés mientras se hunde en las oscuras aguas de 'El cabo del miedo' (1991). Cuando vi 'Por un puñado de dólares' (1964) en el Capitol, una sala de reestreno que hacía esquina en Recogidas con la calle Pedro Antonio de Alarcón, me asombró la aparición final de Clint Eastwood, ataviado con su inconfundible poncho, entre la humareda de unas detonaciones con dinamita. Se acababa de inaugurar el 'spaghetti-western'. Han pasado sesenta años.
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Me impresionaron, en aquella temprana adolescencia, los elementos tan propios de Sergio Leone: los primerísimos planos, el ceremonial de muerte de los duelos, donde los personajes adoptan una coreografía de torero en el ruedo, los diálogos escasos y cortantes, el ambiente sudoroso, sucio y fantasmal, los insertos de detalle (del revólver, la mano, los ojos…), la dilatación del tiempo y muy especialmente la música de Morricone. En aquella película todo resultaba tan impactante como desmesurado. Tal estilo fue ampliándose en la llamada 'Trilogía del dólar', hasta culminar en el exceso operístico de 'Hasta que llegó su hora' (1968). Se había creado un amplio camino de losetas amarillas que ha llegado a Sam Raimi, Tarantino y algunos 'westerns' del mismísimo Clint Eastwood.
Sabemos que el guion de 'Por un puñado de dólares', en el cual participó el granadino Víctor Andrés Catena, copiaba el argumento de la magnífica 'Yojimbo', de Kurosawa, estrenada en el Festival de Venecia (1961); y también que el asunto acabó en los tribunales por plagio, a favor del director japonés. Sin embargo, no se ha resaltado que los 'hallazgos' más característicos de la puesta en escena de Leone ya estaban nítidamente diseñados en las imágenes de 'Yojimbo'. Incluso la amoralidad y ciertos gestos del ronin Toshiro Mifune fueron trasladados al enigmático 'Hombre sin nombre'. Kurosawa ofreció al italiano algo más trascendental que una simple trama: la esencia visual que genera un peculiar estilo. El 'spaghetti-western' surge en Japón, pero se desarrolla y expande por Almería. Curiosamente, con su última película, 'Érase una vez en América' (1984), Sergio Leone, al ignorar el 'aggiornamento' de ese Oeste enfático y tan prestigioso, nos brindó su auténtica obra maestra.
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