50 años no son nada o lo son todo
Sin Paco, no cabe duda, hubiéramos quedado huérfanos de nuestro principal referente intelectual
José Luis González
Jaén
Viernes, 14 de abril 2023, 23:49
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José Luis González
Jaén
Viernes, 14 de abril 2023, 23:49
Pues sí, 50 años pueden ser, como es mi caso, toda una vida. Pero también pueden contabilizar tan solo una parte de otra vida mayor, en el más amplio sentido de esta última palabra. Es el caso de la persona a la que va dedicada ... esta pieza: Francisco Zaragoza, o Paco para sus amigos y amigas. Porque 50 años –o 49, ya ves tú que más le daba aguantar uno más- son los que ha dedicado a su pasión por el teatro y, sobre todo, a transmitirla a sus cientos de pupilos y pupilas como tan solo él ha sabido en esta provincia. Así lo hizo allá por donde le llevó la profesión que le dio de comer y que, por qué no decirlo, también le apasionaba: la enseñanza como profesor de Historia; y, una vez jubilado, en su teatro 'Ala Oeste' de Peal de Becerro. Un 'su' que, para quien aún no lo sepa, no es figurado. Paco se hizo su propio teatro porque sí, porque le dio la gana no depender de nadie, de ninguna institución pública, para ensayar y poner en escena todo cuanto le apeteció como director de la compañía pealeña 'La Criba', para suerte de sus actores y actrices y también para orgullo de este municipio de la Sierra de Cazorla.
Entre los cientos de chavales y chavalas, hombres y mujeres, que han tenido la fortuna de ser inoculados de ese veneno, me encuentro yo mismo hace ya muchos años. Corría el otoño de 1987 y un día, con tan solo 15 primaveras, me disponía yo a ir jugar un partido de fútbol con los amigos, casi como hacía cada tarde. Me tropecé a la salida de mi casa con un amigo que, según me contó, se dirigía al Teatro de la Merced para los ensayos de la obra 'El sueño de una noche de verano', de William Shakespeare. Formaba parte del grupo de teatro amateur del Instituto de Bachillerato 'Alto Guadalquivir', Pecato Veniale, que el año anterior había estrenado con gran éxito su primera obra, 'Las bicicletas son para el verano', de Fernando Fernán Gómez. Cuando ya nos despedíamos, me animó a que subiera con él porque hacían falta varios actores y actrices para completar el elenco. En aquel momento no pude responderle más que con una sonrisa burlona dada mi enfermiza timidez, aun no enmascarada –que no curada- por la posterior terapia de choque que supuso subir a los escenarios.
Pero algo despertó en mí aquella propuesta que recuerdo como si fuera ayer. Al día siguiente le acompañé y esa decisión cambió mi vida. No sé expresarlo de un modo más claro. Ya saben que, cuando alguien dice eso de que nuestro destino está escrito, no puedo más que sentir pena por quien así se manifiesta. Qué existencia más pobre y aburrida le espera. Uno cambia su futuro con cada paso que da, con cada decisión que se atreve a tomar, y ahí reside la chispa de la vida. Aquella fue la prueba. De no haberme acercado aquella tarde a La Merced estoy seguro de que hoy sería una persona completamente distinta. Digo más: a buen seguro que sería una persona de peor calidad. Porque aquella experiencia, que duró algo más de tres años de la mano de Paco Zaragoza y de un grupo extraordinario de amigos y amigas, abrió para mí –y sospecho que para todos y todas- de par en par las puertas de la curiosidad sin límites ni prejuicios. Ahí encontré todo lo que un o una joven puede necesitar para hallar las claves de una vida plena.
Sin Paco, no cabe duda, hubiéramos quedado huérfanos de nuestro principal referente intelectual. No hubiéramos apreciado el teatro de Shakespeare, de Federico, de Valle-Inclán, de Alonso de Santos, de Cervantes… No hubiéramos conocido de primera mano a Miguel Narros, que nos prestó en el Teatro Español la cabeza de burro de 'El sueño', usada allí mismo por aquel elenco que componían José Pedro Carrión, Kiti Manver, Helio Pedregal, Nuria Gallardo o Carlos Hipólito; a Nuria Espert, en el Teatro María Guerrero con una inolvidable 'Madame Bovary'; o a Juan Echanove, protagonista de aquella 'Comedia sin título' de Lluis Pascual, en la que también estaban Alfonso del Real, Marisa Paredes o Imanol Arias.
Él, a través del teatro, nos enseñó lo que verdaderamente significa la palabra libertad, cuyo fulgor siempre iluminará nuestros pasos por más que las sombras se empeñen en prostituirla. Tal fue su influencia en todos nosotros y nosotras, habitantes de esta comarca de la Sierra de Cazorla.
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