Lo siento mucho por quienes cierran los ojos a la realidad de las cosas, o se saltan esta a la torera «porque yo lo valgo». ... Las gentes que se mueven por la vida como socialistas, y mucho más si están en política, deben de hacerlo con el marchamo de personas responsables, fiables y transparentes. Aquí no vale que tu hermano o tu hermana haga negocio a costa de tu responsabilidad institucional; o que te aproveches de tu cargo y la influencia que este te proporciona para comprar voluntades y favores futuros, de los que aprovecharte cuando te bajes del sillón; ni amparar a los tuyos y a de tu clase con prebendas entresacadas de lo público, de aquello que legalmente y en justicia es de todos y de todas. Y tampoco es propio de un o una socialista encastillarse en cualquier responsabilidad política contra viento y marea, perjudicando a tu partido político, a los compañeros y compañeras que lo componen y a la ciudadanía que confía en él. Esta última cualidad incluye asumir responsabilidades y exhibir un nivel de autocrítica superior a la media, sin excusas de medio pelo y, sobre todo, sin acudir al socorrido 'y tú más'.
Todo ello porque un votante socialista no comulga con ruedas de molino. Allá los electores de otras opciones políticas que, con tal de que no gobiernen 'los rojos', aceptan que les metan mano hasta en el carnet de identidad. A las pruebas me remito. El votante socialista siempre ha penalizado la ignominia de sus gobernantes, haya venido ésta por hacer uso de dineros públicos –caso de los ERE- o por traicionar los valores democráticos más elementales –caso GAL-. Tampoco se ha hecho el sueco cuando se le ha ninguneado a la hora de seleccionar las candidaturas para determinadas convocatorias electorales. Véase el caso palmario de las recientes elecciones gallegas, para las que el PSOE eligió a un candidato que ya era 'perro viejo' en política y que, desde cualquier punto de vista –como ha quedado patente, también el del electorado-, estaba amortizado. Porque José Ramón Gómez lleva ya la friolera de 34 años en política, desde que en 1990 entró como concejal en el Ayuntamiento de Lugo. En poco tiempo se hizo con el área de Urbanismo y la portavocía de aquel gobierno municipal. Después, fue el primer presidente socialista de la Diputación de Lugo y secretario general de los socialistas gallegos hasta que, en 2016, fue imputado por varios casos de corrupción que fueron archivados. ¿Tiene alguna lógica entonces que este hombre haya sido el candidato del PSOE?
No es el gallego el único caso. En Andalucía el electorado ya dio un serio aviso a costa de Susana Díaz, empeñada en no escuchar la voz en grito del socialismo andaluz, absolutamente indignado por el enjuague que lideró para acabar con Pedro Sánchez. Pero también por las inaceptables cesiones al extinto partido C's, que torpedearon la línea de flotación de nuestro redistributivo sistema impositivo y de nuestra sanidad pública, operando en la práctica con los mismos principios que el partido liberal en el que se apoyaba. Errores de bulto que se cometieron porque desde allí arriba, desde lo alto de la poltrona del poder, a menudo no se aprecia el rostro irritado de la gente de a pie.
Y el gran problema que hoy nos ocupa es que la ceguera no parece haberse restañado, sobre todo entre quienes cuentan por décadas el tiempo que llevan sin cotizar -si es que alguna vez lo hicieron- fuera del PSOE. Por ello, es precisamente Pedro Sánchez, tan probadamente eficaz para tantos asuntos dentro y fuera de su partido, quien debe dar de una buena vez la palabra a los afiliados y las afiliadas en cada territorio. Abandonar ese estilo centralista, muy conveniente hasta ahora para su liderazgo pero que se demuestra tan nocivo para alcanzar las necesarias mayorías en los diversos y plurales territorios de los que nuestro país debería presumir. En donde a un socialista no le sirve pasarse por el confesionario para purgar sus pecados, ni a otro para absolvérserlos.
Porque ojo, un aviso a navegantes: el votante socialista puede que no sea como el votante de IU, Sumar, Podemos, etc, etc. Puede tratarse de un hombre y una mujer no demasiado politizados, más pragmáticos. Que, en su hartazgo, acaben por no ir a votar o hacerlo por opciones limítrofes no por su izquierda sino por el centro… derecha. No sería la primera vez. De qué otro modo podría ser un tal Juanma nuestro consolidado presidente autonómico.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.