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Harán lo que dicen que quieren hacer
El mundo de hoy es el ejemplo plausible de la visión edulcorada con la que se nos oferta la barbarie y el ruido que venden los malvados.
José Luis González
Jaén
Viernes, 7 de febrero 2025, 23:32
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José Luis González
Jaén
Viernes, 7 de febrero 2025, 23:32
Hace poco, un amigo muy querido, hablando de hacia dónde giran la política y el mundo, me espetó pleno de seguridad: «No sé por qué os preocupáis tanto, si llegan a gobernar –se refería a la extrema derecha– no se atreverán a hacer lo que ... dicen que harán; hay derechos que ya están consolidados y que seguro que no tocarán». Probablemente lo decía porque él sabía que yo sabía cuál había sido, y seguramente cuál será, el sentido de su voto. Él, con la mejor intención que atesora su buena amistad, también quería mostrarme con esa afirmación –como mínimo, muy arriesgada– que la seguridad de mi diversa familia no tiene por qué correr peligro si algún día gobierna la ultraderecha. Como es lógico, yo valoré ese deseo en lo que vale, pero también le expliqué cuán lejos se encuentra de la cruda realidad; y que de buenas intenciones está empedrado el camino hacia el infierno. Lo que no le dije es que algunas de esas piedras las estaba colocando él mismo con su voto. Creo que no era necesario.
El mundo de hoy es el ejemplo plausible de la visión edulcorada con la que se nos oferta la barbarie y el ruido que venden los malvados. Los golfos de América –no solo hay uno–, los que ya afilan sus uñas en Europa y los que siempre arramblaron con todo lo que oliera a libertad por Asia, África y Oriente Próximo, viven momentos de vino y rosas. Particularmente los del capitidisminuido 'Mundo Libre', aupados por el voto de millones de ciudadanos y ciudadanas, no pocos de los cuales haciendo equilibrios dialécticos y reflexiones parecidas a la de mi amigo. Con versiones diversas, dependiendo de si la cualidad que diferencia a sus respectivas amistades del alma se refiera al color de su piel, a la procedencia de su familia, a su raza, a su sexo o a su sexualidad. Todas ellas, diversidades en claro peligro.
Pero no se fíen, no alberguen la menor esperanza, no tengan ninguna duda: harán lo que dicen que quieren hacer. Les llevará más o menos tiempo dependiendo de las trabas que les imponga el sistema, pero demolerán nuestras Democracias habitación por habitación, piso por piso. Ya lo están haciendo. Y luego continuarán con la ciudadanía, persona a persona. Hasta llegar, de un modo u otro, a ti, a usted. ¿Recuerdan?: «Primero vinieron por los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista; luego vinieron por los sindicalistas, y no hablé porque no era sindicalista; luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque no era judío; luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre» (Martin Niemöller, 1892-1984). Adapten este testimonio, pronunciado durante la II Guerra Mundial, a la actualidad. Siéntanse concernidos por lo que va a ocurrir.
Abundando en este tema, acabo de leer un artículo de opinión en La Vanguardia firmado por el tan joven como lúcido escritor David Uclés, paisano de esta comarca de la Sierra de Cazorla y autor de la aclamada novela 'La península de las casas vacía' (Ed. Siruela). El propio título del artículo ya orienta sobre su contenido: 'En siete años me matarán', prediciendo su propia muerte al modo en que lo hiciera Federico en 1929, estando en Nueva York. Ya saben que el granadino universal, para su desgracia y la del mundo entero, acertó de pleno. Espero con toda el alma que Uclés yerre el mal augurio, 'hermanado' –como el mismo se define– con Lorca en «el oficio, la orientación sexual, la lengua desinhibida y el olivar».
Aún con ese tenor tan oscuro, Uclés finaliza con un fogonazo de luz: «Aún estamos a tiempo de salvarnos». Principalmente, añado yo, escapando de la encerrona informativa que nos deparan las redes sociales cada vez que nos introducimos en ellas; de ese universo cibernético carcomido por el miedo y el odio. Levantando la cabeza de la pantallita y mirando a nuestro alrededor con todo el sentido crítico del que seamos capaces. Alzando la voz y exigiendo responsabilidades a quien las tenga. Pero verdaderamente informados y no inflamados por esa pútrida mezcolanza de ignorancia, mentira, rabia y ruido que brota de la extrema derecha; de cualquier persona, 'influencer', agitador u organización –política o no- ligada al extremismo. Poniendo cada uno y una nuestro granito de arena para salvarnos de los verdaderamente malvados.
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