![El noble servicio de la política](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/2024/05/04/imagen-jose-luis-gonzalez-kHNF-U22016394436lDF-1200x840@Ideal.jpg)
El noble servicio de la política
Profesionales de la política como, por ejemplo, Miguel Ángel Rodríguez contribuyen como nadie a emponzoñar todo lo que tocan
José Luis González
Jaén
Viernes, 3 de mayo 2024, 23:20
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
José Luis González
Jaén
Viernes, 3 de mayo 2024, 23:20
Cuando leo o escucho a alguien despotricar de las personas que se dedican a la política diciendo de ellas que «todos son iguales» o que «cobran demasiado» me tiemblan las canillas. Por lo general, quienes así hablan o escriben son gentes que desprecian la democracia ... desde la base, y también ciudadanos y ciudadanas desmemoriadas y poco razonables. La escasez de memoria es aducible a quienes vivieron durante la dictadura como los tres monos místicos del santuario de Toshogu (Tokio-Japón): ciegos, sordos y mudos; y la irracionalidad a aquellos y aquellas que no se paran a pensar ni medio segundo lo que dicen o escriben, dejándose llevar más por sus bajos instintos que por lo que les dicta la sesera.
Claro, como ustedes bien saben, en toda gran mentira siempre hay ciertas dosis de verdad para hacer más verosímil la patraña. Y sería de necios obviar el hecho incontrovertible de que hay un número indeterminado de políticos y políticas que son de mala calidad, bien como personas en el global de su ser, o bien tan solo en el ejercicio de sus responsabilidades públicas. Manchando al resto del gremio para los ojos de la ciudadanía.
Profesionales de la política como, por ejemplo, Miguel Ángel Rodríguez contribuyen como nadie a emponzoñar todo lo que tocan. Su mendacidad, sus maledicencias y sus enredos se llevan por delante carreras profesionales y personas como un buldócer los árboles del bosque más aguerrido. Sin escrúpulos y por boca de sus marionetas –apellídense Ayuso o Aznar– horada poco a poco nuestra democracia dejando que penetren en sus entretelas la codicia, la corrupción, la desigualdad y la insolidaridad, y también el hermetismo para que nadie ose investigar semejante muladar por vía judicial o periodística.
Convirtiendo el noble servicio de la política en un lugar oscuro y preñado de trampas al que nadie quiere adentrarse. Mucho menos alguien preparado o preparada, que haya cosechado éxitos a nivel profesional que le hagan merecedor o merecedora de un alto cargo para mayor gloria del interés ciudadano. Imagínense a una economista de prestigio internacional, que se gane muy bien la vida en el sector privado, ante la propuesta de un partido político para ser Ministra de Hacienda. Junto a su familia, se hará preguntas de este estilo: «Si han sido capaces de ir a por la mujer del Presidente, ¿qué no harán con mi marido?»; o «cuando el año que viene mi niña comience el colegio, ¿qué ambiente se va a encontrar, qué defensa va a tener y cómo le afectarán los comentarios?»; y, finalmente, «¿merece la pena que ponga en solfa mi vida por un servicio público con el que obtendré menos ingresos que con mi trabajo actual, que nadie me va a agradecer y que me trabará el futuro?». Y así, de Ministra para abajo.
De este modo, la gentucilla que se mueve por el escenario y las bambalinas de la política, por los pseudomedios de comunicación o por las redes sociales son hoy los y las protagonistas de esta película de serie B en la que pretenden convertir nuestra democracia. Dirigida en gran medida por la extrema derecha, merced a su entrada en las diferentes Cámaras legislativas a nivel estatal, autonómico y local; y producida por ese núcleo duro conservador cuya cabeza visible es José María Aznar y su FAES, deseosos de todo mal para España desde aquel fatídico 11 de marzo de 2004 que les dejó con el culo al aire.
Pero, ojo, toda esta incertidumbre de la que escribo también tiene su origen en el aparato de los partidos, independientemente de sus siglas y colores. Porque, una vez echada la llave de la Transición, parecieron ponerse de acuerdo para aupar a las instancias del poder a algunas personas que destacaban más por su afección al líder o al mismo aparato que por su talento. Y no me refiero ahora a Koldos, Barcenas y cía., más bien a gentes que no cayendo tan bajo en apariencia nunca hubieran creído llegar tan alto. Carentes de ideas, siquiera de una ideología bien definida, ponen por delante sus intereses personales a los generales, ocasionando más problemas de los que solucionan y procurándose largas carreras en este medio que les permitan vivir acomodadamente, si es preciso hasta la jubilación. Y lo peor es que opacan el buen trabajo de la mayoría de sus compañeros de partido, contribuyendo a ese run-run de desafección que es tan difícil de contrarrestar y que ensucia el noble servicio público que es la política.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.