La presidenta del Gobierno italiano, cuyo nombre -como ya saben- me ahorraré en esta columna, acaba de dar un paso más en el regreso emprendido por ese país a los tiempos de Mussolini. Una instrucción de la ministra de ese Ejecutivo, la de Igualdad, Familia ... y Natalidad, ha prohibido la inscripción en los registros municipales de los padres y madres no biológicos de las parejas del mismo sexo, una circunstancia que afecta a 15.000 hogares italianos. Y ello, según esa ministra, porque «el único modelo de familia aceptable es el que prevé un padre y una madre».
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Todo sale a la luz tras el envío de una comunicación de la Fiscalía de Padua a 33 familias formadas por dos madres para que, de forma retroactiva –no se lo pierdan–, se elimine del registro a la no gestante. Y ello, dos semanas después de que fuera enviada la instrucción gubernamental que antes refería. Es decir, esas madres que aún no han podido inscribir a sus hijos e hijas, y también las que ya habían logrado inscribirlos, verán definitivamente cercenados sus derechos como tales. Pónganse la mano en el corazón y díganme si semejante situación no es dramática, y sobre todo un síntoma de ulceración de la democracia. Como consecuencia, no me harto de repetirlo, de un proceso electoral en el que buena porción de la población de ese país ha auspiciado que una mujer como esa alcance la presidencia.
Hay que incidir en el hecho de que en Italia los derechos LGTBI+, por mor de contener en su territorio el Estado Vaticano, están a años luz de los alcanzados en España. Como así ocurre con los derechos de las mujeres o de los inmigrantes, algo lógico en un país que aún no carece de decencia y cuyos gobernantes, en esta materia, han pensado más en el prójimo que en sí mismos –exactamente como debería actuar un buen católico–. Razón por la cual, en España la extrema derecha tendrá algunas dificultades más para borrarnos del mapa a quienes nos desenvolvemos en la vida al margen de su estrechez mental.
Pero no hay que obviar que ya ha comenzado el derribo. Fíjense en el reparto de carteras de ayuntamientos y comunidades autónomas donde gobiernan. Han desaparecido las concejalías y consejerías de Igualdad; la educación y la cultura ya están siendo masticadas en las fauces de cuatro descerebrados, negacionistas de los valores democráticos y de la hermosa razón de las artes; y la necesaria agricultura está barriendo al indispensable medio ambiente, comprometiendo gravemente el futuro de nuestros hijos e hijas. Por no mentar que en autonomías como Aragón, Baleares y Valencia estas gentes 'odiantes' ya presiden sus respectivas cámaras legislativas; de unas administraciones que ellos aborrecen y que sueñan con eliminar.
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Así, el odio, la mala baba y el nacionalcatolicismo regresan a este país –si es que alguna vez se fueron del todo– y se extienden por doquier. También, no lo olviden, por mor de nuestro voto. Por una papeleta depositada en la urna y sin el más mínimo escrúpulo, o quizás sin la más básica reflexión. Introducida en el sobre casi más por un extremo de las entrañas que por la mano que guía la razón. Más por odio que por esperanza; más con la mirada puesta en el oscuro pasado que en la luz del horizonte; más con la mirada puesta en el propio ombligo que en los ojos expectantes y cargados de futuro de nuestros hijos e hijas. Esos niños y niñas afortunadamente libres, que un día podrían formar una pareja con personas de otro país, de otra raza, del mismo sexo; que podrían viajar al extranjero libremente sin ser observados como bichos raros o ciudadanos y ciudadanas de segunda; que podrían presumir de valores consolidados en su ser y tan 'católicos' como la igualdad, la solidaridad o el respeto a sus congéneres; que se alzarían contra los ataques al medio ambiente, a este hogar que es de todos y de todas.
Sin embargo, prefieren alzar fronteras que nos separen del mundo, constriñéndose a un territorio tan estrecho como sus mentes. Prefieren la gris uniformidad a la diversidad multicolor. Prefieren un arma a una flor. Prefieren a una mujer limitada a las 'labores propias de su sexo' y atada a la pata de la cama que a otra dueña de su vida y empoderada ante el mundo. Y permanecen impasibles ante vilezas como el robo de un hijo a una madre.
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