EFE
Huesos de aceituna

Tamames, etc, etc, etc...

Trayectoria ·

Qué diría de este triste final político su 'yo' de 1956, encarcelado por la lucha como universitario contra el dictador.

JOSÉ LUIS GONZÁLEZ

JAÉN

Sábado, 25 de marzo 2023, 10:48

Pues ahí queda la figura de Ramón Tamames, histórico dirigente del Partido Comunista de España –a él afiliado desde 1956 hasta 1981–, que, hasta la aciaga semana que ahora concluye, era recordado por su lucha en la clandestinidad contra el franquismo y su protagonismo posterior ... en la Transición democrática, codo con codo con figuras de la izquierda tan relevantes como Santiago Carrillo o Enrique Tierno Galván. Además, fue un reputado economista, «doctor y catedrático, mentor de grandes economistas e insigne enseñante de tantas generaciones estudiantiles», como atestiguaba, en una carta abierta publicada por eldiario.es, el nutrido grupo de alumnos y alumnas que recibió sus clases en los primeros años de la década de los setenta como catedrático de Estructura Económica en la Facultad de Económicas de Málaga, y que ahora se hacen crucen ante la deriva de su maestro.

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Su candidatura a presidente del Gobierno, por mor de esa charlotada que ha sido la moción de censura perpetrada por la extrema derecha, ha echado definitivamente por tierra una trayectoria que ya él mismo había puesto en solfa por sus flirteos con los medios de comunicación de la 'caverna' o con otros comunistas y socialdemócratas devenidos en títeres de la extrema derecha, caso de Fernando Sánchez Dragó. Todos ellos tienen en común un ego inflamado por el paso de los años e impermeable al empuje de las nuevas generaciones, de los nuevos tiempos y de la libertad en su máxima expresión desde que gozamos de Democracia. ¡¿Cómo osan estos jóvenes de ahora sugerir que nosotros, semidioses de la Transición, pudimos errar en nada?!, pensarán. Bueno, al parecer, no acertaron en todo. «El tiempo que se otorga al presidente del Gobierno en la moción de censura tuvimos que haberlo acotado», se atrevió a decir Tamames ahora que tuvo que sufrir la chapa en sus propias carnes.

Qué diría de este triste final político su 'yo' de 1956, encarcelado por la lucha como universitario contra el dictador; o aquel 'yo' de 1977, que participó activamente desde el PCE en los Pactos de la Moncloa. Se echarían manos a la cabeza y pedirían recluirse unos años con su admirado –y admirable- Santiago Carrillo en su domicilio de la plaza de los Reyes Magos, para asentar sus fundamentos ideológicos y, sobre todo, para aprehender un microgramo de la humildad y del saber estar de los que siempre hizo gala aquel pequeño gran hombre. Seguramente, hubieran impedido este momento que acabamos de vivir, esa foto ignominiosa junto a lo más granado del redivivo franquismo que asola nuestra vida política.

Y ese discurso en el corazón de nuestra Democracia, en el Congreso de los Diputados. Patético en la forma y en el fondo, por arriba y por debajo, desde la izquierda y desde la derecha.

Hay que ser claros: además de grima, dando verdadera lástima a los diputados y a las diputadas en sus intervenciones, y a los espectadores y las espectadoras al otro lado de la pantalla o del transistor. No recordando datos y tergiversando otros –queriendo o sin querer–; divagando e interrumpiendo a destiempo a quien estaba en el uso de la palabra; o no recordando los conceptos más básicos del reglamento de la Cámara. Si hubiera sido mi padre o mi abuelo hubiera corrido a sacarlo de allí y evitar semejante escarnio hacia mi ser querido. De paso, hubiera girado la cabeza hacia los escaños que circundaban el suyo y hubiera proferido algunas palabras por las que, a buen seguro, hubiera sido expulsado de ese lugar por un larguísimo periodo de tiempo.

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Más suaves y compasivas, aunque rotundas, son las que tuvo que oír de boca del Presidente del Gobierno, de la Vicepresidenta y de buena parte de los portavoces parlamentarios que votaron 'NO' a la pantomima. O, más bien, al fraude constitucional consumado por la ultraderecha. Porque bien es sabido que el artículo 113.2 exige que la moción de censura «deberá ser propuesta al menos por la décima parte de los diputados, y habrá de incluir un candidato a la Presidencia del Gobierno». Es decir, establece su carácter genuinamente constructivo. No se trata de que una mayoría parlamentaria derrote per se al Ejecutivo, sino de que deba también de proveer al Estado de un nuevo Presidente del Gobierno. Para lo cual, el candidato deberá de confrontar su programa de gobierno con el del que ahora ocupa el Palacio de la Moncloa. Y, ¿qué es lo que confrontó Tamames? Pues eso, etc., etc., etc...

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