Napoleón: inabarcable y controvertido
La dimensión del personaje salta a la vista cuando analizamos las relaciones e interacciones con otros 'grandes' del momento
José Manuel Cassinello
Viernes, 22 de diciembre 2023, 23:13
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José Manuel Cassinello
Viernes, 22 de diciembre 2023, 23:13
Hay personajes en la historia, esos 'héroes' a los que se refería Carlyle, que constituyen referencias que se recuerdan a lo largo de los tiempos. Este año, a raíz de la película de Ridley Scott, hemos vuelto sobre la figura de Napoleón, sorprendentemente, con más ... intensidad que en 2021, cuando se conmemoraban los 200 años de su muerte. Más allá de la polémica sobre el rigor histórico de la película, vuelve a la palestra este inabarcable personaje sobre el que tanto se ha escrito. Destacan, como grandes biógrafos, Jean Tulard, Emil Ludwig o Andrew Roberts, aunque las más recientes obras de Philip Dwyer y Michael Broers parecen estar un paso por delante en cuanto a profundidad y precisión (alguien debería estudiar por qué los grandes historiadores contemporáneos y las grandes bandas de rock son siempre de ascendencia británica).
Resulta apasionante la historia de cómo un corso independentista, que en su juventud juró aniquilar a los franceses, pasó a convertirse en el emperador de Francia, después de haber embridado una revolución que puso fin al Antiguo Régimen estableciendo, por fin, las estructuras de nuestra sociedad actual: los derechos individuales. Y ello, en un momento (radicalmente diferente al presente) en el que los estadistas que se equivocaban pagaban con su vida el error; y él estuvo muy cerca de hacerlo en diversas ocasiones (si no llega ser por su hermano Luciano, el golpe del 18 de Brumario le hubiera costado probablemente la cabeza).
La dimensión del personaje salta a la vista cuando analizamos las relaciones e interacciones con otros 'grandes' del momento. Hegel consideró que, tras la batalla de Jena en 1806 en la que Napoleón arrasó a los prusianos, había llegado el fin de la humanidad, por cuanto que ello iba a implicar la puesta en práctica de los principios de la Revolución Francesa: el estado liberal y democrático. El alemán Goethe, ante la invasión francesa, se mostró siempre más a favor dela cooperación que de la resistencia, precisamente porque consideraba un 'semidiós' a Napoleón, admirando esas nuevas ideas que parecía representar. Beethoven, que inicialmente le dedicó su Tercera Sinfonía, y Chateaubriand también fueron seducidos por Napoleón, si bien ambos acabaron decepcionados de que su arribismo implicase una renuncia a los principios que inicialmente defendía. Desde un punto de vista militar, el Duque de Wellington, su némesis, declaró que la presencia de Napoleón en el campo de batalla equivalía a 40.000 soldados adicionales, y Kutuzov, mariscal ruso que se vio superado en Austerlitz, consiguió vencerle en Rusia convenciendo a su estado mayor de la grandeza de Napoleón y de que la retirada más allá de Moscú era la mejor de las opciones.
Estos personajes de la época, compartiendo o no su pensamiento, admiraron y valoraron a Napoleón como estadista, transformador y militar. Como estadista ha de reconocérsele el mérito de poner negro sobre blanco los principios liberales que la Revolución Francesa enarbolaba, pero que no conseguía poner en práctica, quizás por esa fuerza arrolladora que, como dijo un girondino guillotinado, le llevaba a devorar a sus propios hijos, como Saturno.
Como resultado, el Código Civil Napoleónico, haciendo accesible al pueblo una ley que los ciudadanos podían entender y que les protegía frente al poder del estado, reconociéndoles sus derechos como individuos. Aunque fuera temporalmente, porque tras su derrota en Waterloo las potencias victoriosas volvieron a implantar el Antiguo Régimen en el Congreso de Viena, transformó la sociedad potenciando la educación y generando nuevas oportunidades mediante lo que se acabó conociendo como la «carrera abierta al talento».
Como militar, poca duda cabe de que fue un gran estratega que revolucionó el ejército, aunque, tal y como reconoce David Chandler en su extraordinario libro 'Las campañas de Napoleón', no fue un innovador, pero sí llevó a la práctica y perfeccionó, las ideas de otros.
Así, cambió la distribución de las grandes divisiones del ejército francés por los más ágiles 'corps d'armée', que eran elementos más reducidos pero que integraban las diferentes armas: artillería, caballería e infantería. Revolucionó la logística militar para hacer más ágiles a sus huestes, al considerar que la estrategia, que era el arte de manejar el espacio y el tiempo, se podía perder el primero, pero nunca el segundo: «Puedo perder una batalla, pero nunca un minuto». El análisis de la batalla de Austerlitz de Chandler pone de manifiesto al gran estratega que ofreció la mejor posición de partida a rusos y austriacos (los altos de Pratzen) que, junto con la superioridad numérica, generó una excesiva confianza que, a la postre, resultó desastrosa.
No todo fueron aciertos. Uno de sus errores fue su obsesiva rivalidad con la 'pérfida Albión', a la que hubiera podido invadir de no ser por la pérdida de su marina en la batalla de Trafalgar.
Esta obsesión condicionó sus decisiones estratégicas y le obligó a implantar el 'Sistema Continental', un bloqueo comercial a Gran Bretaña que, a la postre, resultó ser ineficiente y que mantuvo abierta una rivalidad que finalmente aprovecharon exitosamente los británicos.
Pero quizás la mayor de todas las equivocaciones fue la invasión de Rusia en 1812, en la que perdió más de medio millón de soldados y a la que, según Michael Broers, se vio forzado por los poderes económicos que le habían apoyado para dar el golpe del 18 de brumario. Por una parte, gran estadista y reformador que acabó con el Antiguo Régimen, por otro, responsable de enviar a más de tres millones de personas a la muerte… Blancos y negros, que no nos deben hacer caer en la simplificación absurda y maniquea de ese revisionismo histórico que tanto impera últimamente, que vuelve a la historia para analizarla con los ojos del presente y sin tener en cuenta que nuestra escala de valores presente es, precisamente, el resultado de una evolución histórica. En el caso del 'ogro corso', incluso en un país con un admirable sentimiento nacional, el propio Macron nadó y guardó la ropa en 2021, cuando se conmemoraron los 200 años de su muerte (su antecesor Chirac no quiso asistir a la conmemoración de la batalla de Austerlitz para no herir sensibilidades). Parece como si nos negáramos a admitir que, en el ser humano cabe lo mejor, pero también lo peor y que ninguno soportaríamos un juicio abierto sobre nuestros pensamientos de un solo día. No haríamos mal en recordar el historicismo hegeliano y recordar que el hombre es el producto de su entorno social de su entorno histórico y social, y es bajo ese prisma bajo el que, en su caso, deberían enjuiciarse sus acciones.
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