Resistimos demasiado, soportamos desconsideraciones, sufrimos en nuestras propias carnes el caos, sin alterarnos lo más mínimo, y así nos luce el pelo. Renfe, de forma ... vehemente, no para de golpear a los almerienses que padecemos una auténtica odisea cada vez que utilizamos un tren en el espacio ferroviario español, en pleno siglo XXI. Da lo mismo Talgo, que Alvia; es igual que sea por la línea tradicional de Linares, o por el nuevo trazado de alta velocidad. El tiempo que se invierte y las incidencias, tan de continuo, son insoportables. Que juzgue cada uno lo que relatamos a continuación.
Martes, 18 de marzo de 2025. Estación de Atocha – Almudena Grandes. Pasamos control de equipaje y pertenencias y nos plantamos en el vestíbulo desde donde se embarca para acceder a las vías y al tren que corresponde a cada billete expedido.
En nuestro caso, el Alvia 2366 de Madrid a Almería y Granada. Lo hacemos media hora antes de la fijada para la salida, que es a las 16:10 horas. En el recinto, apenas 4 asientos, para cientos de personas que esperan ante las pantallas que suministran información permanentemente. Nuestro tren se queda huérfano, sin vía mientras vemos esfumarse los minutos.
Pasa la hora de la marcha y es cuando anuncian por megafonía que hay «demora», haciendo hincapié en que estemos pendientes del personal de Renfe (no hay nadie) y de los paneles electrónicos. A las 16:25 horas, Renfe envía al móvil de los viajeros un escueto mensaje donde dice que el Alvia «efectuará su salida con unos minutos» de retraso. Insiste en que prestemos atención «a las indicaciones del personal de la estación –insistimos, no hay-, así como a las pantallas informativas».
A las 17:55 horas, dan a conocer la vía de embarque, número 8. Subimos al convoy preparado y, antes de emprender la marcha, una miembro de la tripulación, ofrece disculpas, a la vez que adelanta que, en Granada, los viajeros con destino a Almería, tomaremos un autobús que nos llevará hasta la estación de la capital almeriense.
Las protestas son numerosas. Mientras, otro empleado de Renfe reparte una bolsita de papel conteniendo unas patatas chic, un sándwich de jamón de york y queso, agua y un kit-kat. Como si se tratase de un pack de subsistencia. A las 18:12 h. partimos de Atocha, con un retraso inicial de dos horas y dos minutos. Nadie es capaz de dar más explicaciones, ni los motivos por los que nos vemos envueltos en esta aventura.
Transcurren los minutos y poco antes de llegar a Córdoba nos anuncian que hay que bajarse del convoy con el equipaje y hacer transbordo a otro coche similar preparado en el mismo andén. Éste nos llevaría hasta Huércal, después de pasar por Granada, donde desembarcan los también sufridos viajeros que acumulaban la demora de dos horas.
Sin más incidencias, el nuevo Alvia nos deja en Huércal sobre las 00:05 del miércoles, 19 de marzo. Aún nos esperaban sorpresas: el autobús que debería llevarnos a los pasajeros a la estación de la capital, no estaba. Hubo que esperar un cuarto de hora en el aparcamiento provisional. Por lo que se ve no hubo tiempo de avisar a la empresa concesionaria del servicio. A las 00:32 horas se dio por terminada la odisea.
Todavía desconocemos cuál fue la «incidencia operativa» que ocasionó el monumental retraso. Los almerienses no pedimos más que nadie. Solo exigimos que los servicios, que actualmente están activos por parte de Renfe, funcionen con la normalidad que anuncian y se ajusten a la programación que ofrecen.
Y claro, que los medios, los trenes, no sean los que más kilómetros tienen para cubrir una de las distancias más largas de nuestro país. Lo dicho, una odisea en pleno siglo XXI, más propia de otras centurias.
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