¿Quién le iba decir al moraleño Juan Manuel Martín Heredia que aquel hombre con el que se iba a cazar lagartos en el desierto de Almería, se convertiría al pasar de los años en un personaje de leyenda, John Wayne, una de las figuras ... más emblemáticas de las películas del oeste junto a Henry Fonda y Gary Cooper?
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La vida de Rular o Ruli (así lo llaman sus amigos y vecinos de Moraleda de Zafayona) no ha sido fácil, e incluye muchas fotografías en blanco y negro y algunas sombras. Al Ruli le llevó un hijo la vida y desde entonces arrastra, junto a otros dolores, ese sufrimiento antiguo del que nunca se repuso. «Yo empecé en lo del cine con 'El Buqui', unas veces cuidando caballos y otras haciendo de indio. A mí no me pintaban nunca. Dormíamos como los indios en las 'chiribolas esas' y hacíamos lumbres como ellos. El frío había que pasarlo con café, coñac o cómo se podía».
Aquel grandullón con el que Rular pasaba muchos ratos era un hombre bueno, gran bebedor, fumador y muy trabajador. «Nunca confío en un hombre que no bebe», decía el estadounidense. Rular copió en todo al maestro. «Yo al principio, que no tenía tanta confianza, lo llamaba don Guain, luego Juan Guain». Pues ni una cosa ni otra, el 'Duke' en realidad se llamaba Marion Robert Morrison, de Iowa, pero para Rular era Juan Guain.
Entre los años setenta y ochenta, el 'Duke' filmó en Almería 'La quebrada del diablo', 'El ojo del tigre' y 'Esos locos cuatreros'. «Le gustaba intentar hablar en español», dice Juan Manuel y «aunque no lo hablaba muy bien, nosotros nos entendíamos». Quizá por ese amor al español y a las tres esposas de origen hispano que tuvo, en el cementerio de Newport figura un epitafio que, al parecer, redactó el propio Wayne en nuestro idioma y que dice: «Feo, fuerte y formal».
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El bueno de Rular cuidaba con mimo los caballos, que eran del propio actor, y cuando el rodaje se lo permitía se escapaban ambos a cazar lagartos, y el rancho que le daban a John se lo comía Rular. «Uno de los caballos se llamaba Centella, del otro no me acuerdo. Lo llamábamos comelagartijas, cuenta entre risas. Era un hombre bueno, muy agradable de trato, nada prepotente, muy cercano».
El 'Duke' que, según Elizabeth Taylor, era «duro como el acero por fuera, pero blando como la mantequilla por dentro», sobrevivió a la botella de whisky diaria, a las seis cajetillas de tabaco, a tres intentos de asesinato y a miles de duelos en sus películas, pero se lo llevó el cáncer hace ahora cuarenta y cuatro años, después de haber rodado casi doscientas películas entre apaches, comanches y otros indios.
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«Guain tiraba muy bien con el arco y con la pistola. No fallaba una», dice Rular, que es un gitano legítimo, un hombre bueno que fue un gran trabajador hasta que pudo y un ictus lo apartó del trabajo, del vino y del tabaco. Para ello, había tenido un buen maestro y él fue un gran alumno. Hoy, este moraleño de tez antigua que dejó de hacer películas porque era muy casero, a pesar de las cinco o seis mil pesetas de aquellas, que se cobraban cada día, descansa en su casa, dejando atrás una vida de película y un puñado de recuerdos atados a su cintura. Su amigo Juan Guain, de vez en cuando, desde el fondo del televisor le hace un guiño. Y Rular, cortés, con gesto cómplice, lo saluda y deja resbalar una lágrima por sus mejillas.
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