Pepe 'El Tomillero' se compra una caja de mariposas, de esas que figuran en el diccionario de la RAE marcadas como tercera acepción. Vamos, que se ha hecho con esa pequeña mecha afirmada en un disco flotante y que, encendida en su recipiente con aceite, ... se pone por devoción ante una imagen o se usa para tener luz de noche. Se dice a sí mismo que si las ha adquirido será porque todavía las venden y que si tienen precio, con IVA incluido, debe ser porque hay demanda. Compró el componente básico de las candilejas mientras había políticos que reflexionaban sobre la conveniencia, o no, de dar su voto a la subida de las pensiones, quizás pensando que la cosa andaba mal para los que dependemos de la decisión de los mismos que baten marcas en los registros laborales cada vez que determinan cuanto se suben el sueldo ellos y cómo aumentar sus complementos y la partida de los gastos de representación. Pagó con tarjeta porque sacar dinero de la cartilla cada vez es más complicado, especialmente cuando el cajero es único, está averiado y le ha salido un letrero luminoso en la pantalla que remite al usuario a visitar el cajero más cercano, situado a 10 euros en taxi e imposible de alcanzar por transporte público colectivo.
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De camino al Centro de Salud de su barrio, al que se dirige por si acaso tiene más suerte en el mostrador que en la aplicación Andalucía Salud y consigue cita, se pregunta, a vueltas con lo de las pensiones, el transporte subvencionado, las ayudas de la Dana,… y el palacete vasco, si 13 millones de criaturas, o más, son suficientes, o no, para que ese señor tuneado que no quiso ser presidente, considere el asunto como de cierto interés nacional. En esas estaba cuando se detiene en la puerta del centro sanitario y decide no entrar a preguntar lo mismo que preguntó el día anterior y la semana pasada. A fin de cuentas, quienes están tras el mostrador no tienen la culpa de la debacle existente nada y, al final, le va a subir la tensión y va a tener que irse a Urgencias.
Otra cosa sería que de frente se encontrara siquiera con el delegado provincial representante del gobierno andaluz en materia de Salud, o con el nota -acepciones 20 y 21 del diccionario- y que, desde su despacho, decidió que las 35.870 cartillas no eran demasiadas para meter de cabeza en un Centro de referencia como el de su barrio que cuenta, en teoría, con 7 facultativos y, en realidad con «cuatro y medio», según fuentes contrastadas. También hubiera dado el paso hacia la mampara de recepción de quejas si tras ella estuviera sentada para atenderlo la persona superdotada que, ante la rotura del sillón del odontólogo del Centro, no se le ocurrió otra idea que, en lugar de reemplazar el sillón por otro, enviar al profesional a un Centro de Salud, en el extremo opuesto del mapa de la capital, sin comunicación directa entre ellos y, donde al parecer, ya existía un sillón de ese tipo. Titular que no es de broma: «Se rompe un sillón de odontólogo en un Centro de Salud y en lugar de reponer el sillón envían al profesional al otro extremo de Almería».
Hemos entrado en el mundo de lo absurdo, ilógico, incomprensible, inaudito, increíble, sorprendente, descabellado, disparatado, ridículo, extravagante, insensato, desatinado. Avisaré cuando salgamos.
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