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Pepe 'El Tomillero' pone en la mesa una jarra de agua precisamente en los momentos en los que la sequía llama a nuestras puertas y en la televisión empiezan a desfilar políticos con sed de votos para ilustrarnos con lo que sus asesores acaban de ... pasarles para que digan en los medios y que coincide con la norma general que le vienen indicando que sigan, desde que se apuntaron al partido para hacer carrera, eso de «¡Al enemigo ni agua!». Ante este panorama, sin lluvias primaverales, pantanos en déficit, aguas subterráneas sin seguridad de caudales y las botellas y garrafas del súper incidiendo en la inflación, cada día andamos un poco más secos.
De aquí a septiembre las vamos a pasar canutas. Todo apunta a que las restricciones llegarán antes de lo que pensamos y que no habrá programa de televisión en el que los expertos nos den alguna esperanza en sus análisis hídricos, hidráulicos, acuáticos, freáticos o hidrológicos. Más de uno ya está liado con la Wikipedia por si lo llaman a consulta o le asignan el papel de aguafiestas en el reparto de roles.
En un periquete se nos llenaran los espacios familiares con las voces de personajes públicos echando la culpa de lo que sucede a los demás. Tendremos testimonios calcados de unos y otros, pero seguirá sin llover porque la lluvia no atiende más que a razones científicas y desde hace tiempo a los que menos caso se les hace en el mundo es precisamente a los científicos, esos chalados que solo saben pedir fondos públicos para investigar y conocer la causa de todos nuestros males para ponerles fin.
Seguimos detenidos en el tiempo desdeñando los avisos que se han repetido congreso tras congreso, conferencia tras conferencia e infirme tras informe. Como mucho, cuando llegue septiembre en alguna aldea se sacarán los santos y quizás ese día llueva porque los santos siempre se sacan cien días después de la última lluvia no antes.
En 1995 ya tuvimos un serio aviso y hasta colocamos pegatinas en los grifos para recordarnos que no debíamos dejar escapar ni una sola gota, se prohibió hasta limpiar los coches y dejaron de regarse calles y llenar piscinas. Veintiocho años después, con mucha más información sobre nuestras espaldas, con cientos de acciones presentadas a nivel local, autonómico y estatal, estamos peor que antes. No hemos actuado como se esperaba y se ha hecho en contra de la naturaleza que, cuando se enfada por nuestros ataques, nos deja en evidencia. No hemos hecho absolutamente nada por evitar, por un lado, la sequía, pero, por otra, cuando la naturaleza actúe y el agua caiga torrencialmente, se volverá a llevar por delante campos, inmuebles y enseres, desprotegidos ante la falta de actuación, prueba de que no hemos hecho nada ni para prevenir la sequía ni para prevenir la inundación.
Tanto y tanto que se le exige a cualquier persona cuando quiere acceder a un puesto de trabajo, cómo es posible que no se le exija ni un mínimo a quienes se encargan de velar por nuestras necesidades. Para estos últimos no parece estar dirigido precisamente el saludo 'bisbaliano' «¿Cómo están los máquinas?», que se ha hecho viral. Una expresión tan almeriense que dice tanto.
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