Pepe 'El Tomillero' permanece atento a cuanto ocurre a su alrededor que es tanto como decir que le interesa todo desde la acera de enfrente de su casa a la del último tramo de la calle principal de Opotiki, ciudad en Te Ika-a-Māui / ... Isla Norte, en Nueva Zelanda, que, según Google, es la antípoda de Almería. Así son las cosas desde que nos hemos familiarizado con la globalización y además entendimos en su día aquello del explorador y misionero escocés Livingstone y el explorador y periodista del New York Herald Henry Morton Stanley, recordado desde entonces con un monumento en Burundi frente al lago Tanganica. El caso es que la globalización hace tiempo que rompió el concepto de cercanía y en estos mismos momentos orientamos nuestra antena particular hacia cualquier parte del mundo desde la que nos llegue la noticia o el chisme, cotilleo o chismorreo.
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Es posible que nos hayamos cansado de lo que tenemos más a mano, que no tengamos ganas de más Ayuso, ni de más Almeida, ni de otra ración de Feijoo o de Sánchez, que pasemos de la guerra de insultos a nuestra propia inteligencia y que no queramos entender por más tiempo cómo esa justicia en la que creíamos saca de las prisiones a corruptos y dejan dentro a los 'robapollos'. Lo mismo se puede decir de lo que nos interesa localmente. Ya ni la hora del partido del equipo representativo tiene atractivo para una mayoría que empieza a preferir una escapadita rural con tapeo que una reserva en el centro entre las nueve y las diez. Dentro de nada desaparecerá del diccionario, por falta de uso, la palabra tapeo.
La acción de tapear es, ni más ni menos, tomar tapas en bares y tabernas. Tapear es ir de bar en bar buscando la especialidad de cada uno. Así al menos se entendía en una Almería de no hace tanto en la que del Imperial se pasaba a Los Claveles para seguir una ruta dirigida a cuantos establecimientos han pasado a la historia de la tapa mucho antes de que en el 19 Almería se convirtiera en su capital y desapareciera el invento. Ahora sólo hay tiempo y espacio para ir a un bar, previa llamada, previa reserva y sin posibilidad de ir después a otro con la garantía de poder ser atendido.
Tampoco hay cines en el centro y, para compensarlo, las plataformas lanzan ofertas para que nos quedemos en casa. Ver una peli en el centro comercial Torrecárdenas a palo seco ya cuesta una pasta hasta en la sesión infantil. No digamos si hay que adquirir palomitas y refrescos. Por eso las plataformas hacen su agosto sin intermediarios y estrenan hasta las películas de alto coste.
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Estamos en las antípodas de donde nos encontrábamos hace unos años. El mundo nos lo han cambiado y hemos dejado que nos lo cambien. Ahora hace calor hasta en invierno, llueve cuando a la naturaleza le da la gana y las plagas de Egipto nos llegan desde cualquier lugar. Diluvia en Semana Santa y se suspenden las procesiones y sacamos a los santos en agosto para que llueva. No tenemos remedio.
Acabo de suscribirme a una newsletter de Opotiki y no han pasado cinco minutos y me llega la alerta sobre un seísmo en Nueva Zelanda. La casa en la que habito tembló hace unos días cuando el derribo del Estadio Matías Pérez, pero no me llegó nada, sólo el temblor y varios kilos de polvo que se depositaron en mi terraza.
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