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Pepe 'El Tomillero' se pone en plan 'Ovejas', el personaje más rural de la serie El Pueblo, el que ni desmiente ni confirma, pero dice, desde la sabiduría del observador acostumbrado a que el agua es agua, el pan es pan y el vino es ... vino, que en el arte de preguntar lo importante es la pregunta. Aunque el 'Ovejas' quizá no lo sepa, esta cuestión no es de ahora, sino tan antigua como el pensamiento y el ser pensante.
Ya lo decía Sócrates al emplear el diálogo como instrumento dialéctico para llegar al conocimiento. El filósofo griego marcó incluso los tiempos que había que seguir cuando se planteaba una cuestión de manera que, con la respuesta obtenida, hubiera discusión sobre el tema en torno al cual había girado la pregunta. Lo llamaba mayéutica una técnica que ayudaba al descubrimiento del conocimiento y la verdad a través de preguntas. Sócrates la aplicaba para ayudar a sus estudiantes a descubrir sus ideas y verdades. Para ello, realizaba largas conversaciones con sus interlocutores a quienes les hacía un gran número de preguntas. Luego, se oponía a sus respuestas hasta que la persona encontrara por sí misma la verdad. Sócrates tenía por objetivo demostrar, a través del razonamiento de las preguntas y respuestas, que no se sabe todo y que es necesario admitir la ignorancia. De esta manera, se daba inicio a la mayéutica, conocerse a uno mismo.
Pues han bastado dos o tres preguntas en un plató de televisión para que se líe parda en los ámbitos político y parapolítico y para que profesionales de la política y determinados escribanos se nieguen no ya a admitir su ignorancia, sino a aceptar esta técnica que plantea, ni más ni menos, el arte de preguntar. Aquí parece que hay quien no admite preguntas y sigue la línea 'ayusera' de «Eso no se pregunta a la presidenta de una comunidad». Pues sí, hay que preguntar a la presidenta de los 'madriles' y al Rey de España ¿por qué no? Una pregunta debe de ser contestada para, según sea la respuesta, entender ante quien nos encontramos, quien nos representa, quien quiere representarnos. No valen estrategias evasivas. Se tienen que examinar para recibir nuestra nota. Sio no responden no deben pasar el examen, como cualquiera otra persona aspirante a puesto remunerado.
Lo realmente asombroso es que quienes viven en gran parte de sus preguntas, censuren que se pregunte, critiquen que se pregunte y enseñen su patente de corso exclusiva para ser ellos los únicos que pregunten, se respondan a sí mismos y se vuelvan a preguntar. ¡Vaya como está el patio! Parece como si toda una legión de 'plumillas' se hubieran perdido las clases de bachillerato con Sócrates de protagonista y las de ética y deontología de la Facultad de Ciencias de la Información. El arte de preguntar se conoce cada vez menos mientras los discursos del prontuario que muchos manejan se convierten en la biblia de una profesión en decadencia pero que seguro que volverá a renacer.
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