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Pepe 'El Tomillero' empieza a pensarse hacia dónde echará el voto que cada cuatro años le permite ejercer su derecho de ciudadano y participar del lugar en el que vive y en el que, todavía, hay mucho por hacer. Desde que se instaló definitivamente en ... el espacio urbano que habita ha participado en todas las convocatorias electorales y sigue pensando que hay que votar, a la hora de plantear el futuro municipal, con el egoísmo de la cercanía. Aquí no se trata de que algún día llegue el AVE, sino de que, cuando dios quiera, tengamos un autobús en condiciones, con trayectos y frecuencias al servicio de la ciudadanía de la misma manera que tampoco necesitamos que nos nombren, previo pago de la tarifa correspondiente, la ciudad más limpia del Norte de África; nos galardonen con la escoba de oro, platino y diamantes, con nuevo paso por caja, o nos califiquen con matrícula de honor la ocupación de espacios públicos.
Aquí, en Almería, lo que de verdad necesitamos es mucho municipio y para eso hay que votar aquellas listas en las que se sienta de verdad y sin postureo, la municipalidad, las cosas de nuestro pueblo, lo que nos haría felices de lunes a domingo, cuando acudimos al trabajo, cuando estamos en él, cuando salimos, en el tiempo de ocio, en el de descanso, en el bullicio y en el aburrimiento, al ejercer la amistad, en la soledad… Porque, en definitiva, lo que la mayoría quiere es sentirse a gusto y feliz en el espacio en el que más tiempo pasamos. Eso sí, lo queremos limpio, aseado, bonito, hermoso, adecuado, sano, iluminado, ajardinado, arbolado…
Además, es de cajón pensar que tenerlo así de dispuesto es una obligación de todos y que corresponde a todos el comprometerse a renunciar a cosas que quizá se vean como un sacrificio, pero que se quedan en una nimiedad ante el gran beneficio que puedan transmitirnos ahora y en el futuro. Cosas como ejercer lo que la Ley de Educación de Andalucía que establece, como uno de los derechos del alumnado, la educación que favorezca una vida responsable para el logro de una sociedad libre e igualitaria así como la adquisición de hábitos de vida saludable y el respeto al medio ambiente. Todo esto lo ejercemos muy bien haciendo cartelitos y esturreando declaraciones. Lástima que no lo entendamos así cuando, a diario, llenamos las calles de coches y obstaculizamos el uso de bicicletas. ¿Cuántas calles están realmente adaptadas al uso de vehículos de pedal? ¿Cuántos de nuestros escolares van en bici o andando en grupo por la calle, a cumplir con sus obligaciones escolares? ¿Nos han preparado para eso?, un eso, que, en definitiva, es aplicarnos la receta de la abuela, la que juntaba en lugares cercanos a la casa de cada cual, para ir al cole, una manera de hacer barrio, de conocerse, de socializar y de solidarizarse.
Quizá esta debería ser la primera lección a aprender, la primera práctica que hacer y la primera reivindicación que elevar. ¿A qué estaría dispuesto usted a renunciar para sentirse a gusto y feliz en la ciudad en la que vive? De aquí a mayo, hasta que llegue el día, podríamos enumerarlas y llevar a cabo un intercambio de ideas para que dentro de otros cuatro años no podamos mantener la misma queja.
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