Los huevos en casa
José María Guadalupe
Lunes, 7 de abril 2025, 23:23
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José María Guadalupe
Lunes, 7 de abril 2025, 23:23
Que nos planteemos adoptar una gallina como animal de compañía a estas alturas malo, malo, porque debe estar la cosa falta de huevos o a ... muy pocos calibres de quedarnos sin ellos. Esta noche –lo que es la obsesión– he soñado que me encontraba en un restaurante comiendo huevos a gogó, que ya soy padre y muy señor mío. Era una degustación interminablemente variada del rico manjar. Pero, cuando me relamía como un gato apareció un camarero, absolutamente absurdo con cara de Elon Musk, conduciendo un Tesla lleno de gallinas emparrilladas y me desperté.
Ya han leído ustedes que entre la gripe aviar, los aranceles y el coste de los cereales los americanos de Trump lo están pasando fatal con la escasez de zigotos en los supermercados, donde con suerte los pueden encontrar pero a precios desorbitados. Aquí, en la España en la que unos planchan hábitos y capillos y otros preparan la maleta para olvidar, la cotización del huevo en origen sigue al alza. La subida de cereales y el temor a la propagación de la gripe aviar son las razones, fundamentales, que están motivando el encarecimiento del producto.
Este sin vivir ha llevado a situaciones tan bucólicas como la iniciativa de algunas granjas avícolas de ofrecer la adopción o simplemente regalar gallinas ponedoras para que el personal, amante de los animales y de los huevos, se encargue de su cuidado y alimentación y pueda disfrutar de la puesta a domicilio del exquisito manjar.
Coincide la innovadora experiencia con la aprobación de la ley contra el desperdicio de alimentos que ayudará, sin duda, a criar a las gallinas con unos nutrientes diversos para el necesario metabolismo del ave. Pero cuidado, porque se puede originar un desequilibrio social en estos animales. No es lo mismo una gallina criada y alimentada en la calle Serrano de Madrid que otra en el barrio de Usera, por ejemplo. Es innecesario decirles que el sabor y el tamaño de los huevos puede ser diferente. Vayamos al grano, que es con lo que siempre se alimentó la gallina más el suplemento sobrante de la comida de la familia. Aquellas ovíparas avecillas picoteaban por el campo, además, a todo bicho viviente y llegado el momento regresaban al corral para la puesta. Esos eran gordos huevos, por San Antón bendito, con una yema para mojar y no dejar rastro.
Hoy es muy difícil tener gallinas ponedoras en casa, porque no es su hábitat natural y porque meterlas en el cuarto de baño sería incómodo y pestoso para ellas y para los usuarios de la vivienda. Los únicos que podrán recurrir a esta práctica son aquellos que poseen una vivienda con algún terrenito pero, como está el patio, se exponen a que algún salteador-saqueador se coma los huevos y la gallina. Y en cuanto a los requisitos legales para poseer gallinas al abrigo del hogar, «cacareamos» otro día.
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