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Durante el mes de agosto la gente ha salido corriendo de las ciudades, vacías hasta la puesta de sol, cuando la poca que queda despierta como vampiros sedientos para buscar una terraza. Como si durante el día hubieran desaparecido el trabajo, las administraciones y los ... servicios públicos y viviéramos en un planeta árido donde, más que la política, nos queman los rayos ultravioletas. Los más osados, desafiando las altas temperaturas, habrán prescindido del avión, el tren o el autobús para viajar con su propio vehículo. Pero si algo caracteriza a las carreteras españolas en comparación con las de otros países europeos son sus paupérrimas zonas de descanso, apenas un arcén agrandado a un lado de la calzada, sin baños o bancos y poco espacio para estirar las piernas. Sin embargo, cuando uno cruza la frontera, empiezan a aparecer confortables áreas cada pocos kilómetros, y casi nos dan ganas de aparcar el destino temporalmente y recorrer la campiña francesa. Pero si viajas al oeste, también mejoran las carreteras en Portugal desde el Algarve hasta Oporto, aunque tengamos que pagar peajes.

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