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Resulta penoso comprobar cómo en la sociedad de la información abundan las formas de censura y, lo que es peor, de autocensura. La corrección de las obras de Roald Dahl para no ofender presuntamente a gordos, negros, calvos y otros adjetivos que antes sólo eran ... adjetivos, resultaría ridícula en otra época, pero no en ésta, donde lo único que impera es lo políticamente correcto, aunque nadie sepa en qué consiste a ciencia cierta.

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