Edición

Borrar

El señor Sánchez esperaba sentado en el sillón del Gobierno a que terminasen los preparativos de la cena de Nochebuena. Se sentía un poco melancólico, como solía ocurrirle en estas fechas. Su exsocio, Pablo Iglesias, que estaba muerto políticamente –el propio Sánchez había firmado su ... acta de defunción– se materializó ante él. «¡Feliz Navidad!», le dijo jovialmente. «Bah», contestó Sánchez. «¡Paparruchas!» «¿Las Navidades, paparruchas?», exclamó Iglesias. «No habrás querido decir eso, ¿no?» «Sí he querido decirlo», respondió Sánchez. «¡Feliz Navidad! ¿Qué motivos tienes para ser feliz? Eres bastante pobre». «Vaya, vaya», replicó alegremente Iglesias. «¿Y qué motivos tienes para estar triste? Eres bastante rico». «¡Bah!», dijo Sánchez, «¿qué es para ti la Navidad sino la época de pagar facturas y no tener dinero, la época en que uno se encuentra un año más viejo y ni una hora más rico, la época de hacer balance y descubrir que doce meses de trabajo han resultado estériles y que el país está prácticamente en quiebra?». «Aún tienes tiempo de enmendarte», le advirtió Iglesias. «¡Hoy te visitarán tres fantasmas!» «¿Además de ti?», contestó Sánchez irónicamente. «¡Paparruchas!». Pero no había terminado de hablar cuando un fantasma cachas y barbudo hizo desaparecer a Pablo Iglesias y dijo: «Soy el fantasma de las Navidades pasadas. ¿Quieres guerra?» Fue cosa de treinta segundos, pues ante el estupor de Sánchez otro fantasma con gafas y el pelo peinado hacia delante, con aire de cura, le dio una colleja al fantasma del pasado gritando «competencias», y aún más alto, «Cataluña», y haciendo temblar las paredes del Palacio de la Moncloa, añadió: «¡Independencia!».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal Fantasmas