Navidades menguantes
José María Pérez Zúñiga
Sábado, 28 de diciembre 2024, 23:02
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
José María Pérez Zúñiga
Sábado, 28 de diciembre 2024, 23:02
Juan decidió ponerse en huelga de hambre en la víspera de Nochebuena. No tenía ningún motivo concreto, nada que reivindicar ni ninguna injusticia a la ... que oponerse. Salvo por algún retraso en el pago de los complementos de la nómina, estaba bastante satisfecho con su trabajo en la administración de la empresa. Se trataba de cierto malestar, un zumbido en los oídos cuando lo llevaban de compras a los centros comerciales, a pasear bajo el alumbrado innecesario de las calles, cuando encendía el teléfono y se encontraba con las felicitaciones de personas que normalmente no le llamaban para tomar un café o preguntarle cómo estaba.
Se le hacía un nudo en el estómago al pensar en las cenas de Nochebuena y Nochevieja. La huelga de hambre era la excusa perfecta para abstenerse de celebraciones y cambiar de vida. No solo se iba a librar de los quilos sobrantes, sino también de algunas costumbres de las que no disfrutaba. A su mujer y a sus hijos, sin embargo, les dijo que tenía gripe. Aprovecharía para releer 'El señor de los anillos', cuyos tres tomos apiló en la mesilla de noche. Su familia, ocupada en envolver regalos y con los preparativos de la cena, no pareció preocuparse. Lidia le dijo que se tomara un paracetamol y bebiera mucha agua. Total, tampoco había cita con el médico hasta mediados de enero. Así que Juan se metió en la cama convencido de que no tenía hambre.
La Nochebuena la pasó en un estado de euforia febril por no haber tenido que ir a cenar a casa de su suegra, disfrutando del piso silencioso, pero un poco sorprendido de cuánto le pesaba el libro en las manos. El día de Navidad, cuando Lidia le tocó la frente, le dijo que efectivamente tenía fiebre, y que se estaba quedando en los huesos. Algo que no sorprendió a Juan, al que le costaba pasar las páginas del libro, justo cuando ya estaba con Frodo a punto de llegar a Mordor. El Monte del Destino le parecía tan lejos como las voces de Lidia y los niños cuando lo llamaron el día 28, porque su cuerpo se había reducido tanto que no se veía a nadie en la cama.
«Estoy aquí», gritaba Juan. Pero no le oían. Y el día 30, desde un pliegue de la colcha, vio, estupefacto, cómo la policía registraba en su busca el dormitorio y el resto de la casa. El día 31, cuando Lidia sacudió las sábanas, Juan desapareció. Felices fiestas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Descubre la fruta con melatonina que te ayudará a dormir mejor
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.