El Nobel
José Vicente Pascual
Miércoles, 25 de octubre 2023, 23:10
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José Vicente Pascual
Miércoles, 25 de octubre 2023, 23:10
Cierto escritor famosete lo anuncia: el premio Nobel es galardón que se concede cada año a alguien llamado Whenianhnrandosk y si hay suerte Li-Hu. La ocurrencia venía a cuento del laureado Jon Fosse, noruego y desconocido en España como casi todos los premiados. Tampoco ... sabemos quién ha alcanzado el Nobel de economía, de medicina o física, circunstancia que nos trae al pairo. Lo seguro es que no se lo han otorgado a un español. Pero el Nobel de literatura parece asunto distinto, como si tuvieran que premiarse la popularidad, la simpatía y el buenrollismo aparte de la excelencia literaria. Es el prejuicio que mata al autor: no queremos tanto que ilumine ámbitos ignorados como que mejore el alumbrado de zonas familiares y confirme con su arte y su gracejo las ideas y la mirada sobre el mundo que ya teníamos por ciertas. Para triunfar en el mercado hay que decirle al público lo que ya sabe, poniéndolo bonito a ser posible; para el fracaso nada más eficiente que remover los anclajes de titanio sobre los que se asienta la épica de cada cual. Todo ello desde el punto de vista literario, claro está. Para triunfar en otras especialidades de lo público, lo mejor es encerrar a la gente en casa y decirle que salga al balcón por las tardes y aplauda un rato.
En esa perplejidad vive desde siempre el panorama de las letras, desde que nació esa industria. Necesitamos una literatura de grandes nombres, de solemnes títulos, de virtuosas biografías e inmaculados ideales. Por eso Fortunata y Jacinta caen bien y Humbert Humbert es un desalmado —y porque lo era—; por eso mismo el infinito Wilde clamaba por los detalles, los recovecos y los astros menores en el universo poético. «Un firmamento exclusivo de grandes planetas es aburrido, claustrofóbico». Eso decía. Aquí hemos aprendido la mitad del consejo: si el Nobel de cada año no es famoso como Vinicius Jr. nos sentimos defraudados, como si los académicos suecos nos estuvieran tomando el pelo. Actitud de poca sustancia, por cierto, en un país cuyo primer Nobel literario fue Echegaray, ingeniero, gran matemático y escritor de vaya usted a saber; conocido en su casa a las horas de comer para el público lector contemporáneo. Por tanto hay que leer a Echegaray, a ver si recuperamos el espíritu de la Fundación Nobel: menos fama y más letra. De la pequeña.
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