Araíz de la reciente muerte de Milan Kundera, Pablo Martínez Zarracina recordaba en este periódico que la risa y el totalitarismo eran dos de los ... grandes temas en la literatura del autor checo. Y que en los años ochenta le dijo a Philip Roth que le aterrorizaba la idea de un mundo que estaba perdiendo el sentido del humor. Aquel diálogo entre los dos grandes escritores se dio cuando Kundera acababa de publicar en Francia 'El libro de la risa y el olvido', después de que el régimen soviético de su país le hubiese quitado la nacionalidad y sus novelas de las bibliotecas y librerías checas.
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Solo a una persona, escritora y articulista, le he oído decir en público (en un programa de radio en el que también yo colaboraba) que carecía de sentido del humor. No lo dijo como un logro, pero tampoco con ningún pesar, lo cual me sorprendió. Quizá era de esas personas que consideran el sentido del humor como expresión de falta de seriedad (algunas he conocido). Como ha pasado bastante tiempo desde aquello y no sé si hoy reivindicaría esas palabras, omito su nombre.
Imaginemos que el temor de Kundera se hubiera cumplido radicalmente, pensemos en un mundo en el que hubiera desaparecido del todo el sentido del humor y la gente hubiese olvidado lo que era y para lo que servía. Espectadores viendo en un cine 'Tiempos modernos' de Chaplin o 'Amanece, que no es poco' de Cuerda sin que se oiga una sola risa; que los álbumes de Mortadelo y Filemón o Astérix y Obélix ya no se publicaran; que dejaran de contarse chistes porque a nadie le harían gracia o que no se apreciara la comicidad de políticos en campaña cuando hacen cosas ridículas, por consejo de sus ocurrentes asesores de imagen, para simular campechanía. Tan lúgubre como un funeral perpetuo en una iglesia fea y oscura.
Hoy es día de elecciones generales; vayamos a votar en libertad. Creo que nos jugamos en las urnas aún más que otras veces: elegir entre dos opciones opuestas donde una de ellas va unida a quienes practican muy poco el sentido del humor y la amplitud de miras plurales que como punto de vista hacia uno mismo y los demás conlleva. Salman Rushdie, otro insigne escritor y resistente desde el humor frente a la intolerancia, que acaba de pagar con un ojo su valentía ante el fanatismo, definió: «El puritanismo es temer que alguien en algún lugar del mundo esté siendo feliz. La mejor respuesta al puritanismo es la felicidad». Esta noche, para sobrellevar el escrutinio con alegría, no sé si tendré que echar mano del sentido del humor o de una botella de agua de fuego. Aunque bien pensado, no son incompatibles.
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